INTRODUCCIÓN
…En cambio, imaginémonos al enemigo tal como lo concibe el hombre del resentimiento, y justo en ello reside su acción, su creación; porque ha concebido al "enemigo maligno", "el malvado", y ello como concepto básico, y a partir del cual se imagina también, como imagen posterior, como contraste, y como antítesis, ser ¡él mismo!, un hombre bueno…
Friedrich NIETZSCHE[1]
En el presente trabajo se procura realizar una labor de campo circunscripta al relevamiento del periódico Clarín, vinculado a las publicaciones de los "casos Bergara y Garrido" acaecidas entre diciembre de 2.008 y abril de 2.009, en aras de vislumbrar el siguiente proceso: observar si al verse deteriorada la imagen de la institución policial con el primero, el complejo cultural social-mediático-institucional necesitó de una empresa moral del tipo víctima-héroe que dio en llamarse "Garrido".
Así, será interesante advertir un análisis cuantitativo y cualitativo de la producción de "Bergara" y "Garrido" que llevó a cabo dicho medio de comunicación, con especial atención en las fechas y el cambio de enfoque que fue operándose a través de las mismas.
Con el objeto de no sucumbir en una menor claridad expositiva, se expondrá en una tabla cronológica la variable cuantitativa del análisis, con especial énfasis en la reseña de los cambios operados en la institución policial, para luego dar paso a la visualización del carácter discursivo propio de la empresa moral requerida y sus condiciones de posibilidad. A tal fin, sólo se transcribirán las partes sustanciales de los que se han considerado los extractos más ejemplificativos de los artículos encontrados.
Asimismo, se analizaron de algunos textos propios de la criminología crítica la mayor cantidad posible de argumentos que posibiliten, precisamente, una crítica al caso de campo traído a estudio. A tal fin, se ha optado por analizar los núcleos teóricos aplicables a los fines aquí esbozados en los siguientes trabajos: Repensando el giro punitivo. Economía del exceso y criminología del otro, de Simon HALLSWORTH; La Globalización. Consecuencias Humanas, de Zygmunt BAUMAN; La Cultura del Control, de David GARLAND; La imagen del delito y del delincuente a partir de las nuevas políticas e ideologías sobre la seguridad, de Ignacio MUÑAGORRI; El castigo emotivo y ostentoso. Su declinación y resurgimiento en la sociedad moderna, de John PRATT; La psicología de la justicia punitiva, de George MEAD; Notas para el análisis de los reclamos de castigo y La necesidad social de castigar. Reclamos de castigo y crisis de la justicia, de Mariano GUTIÉRREZ.
Sin erjuicio de ello, se realizará una breve síntesis del marco referencial en que se desarrollaron "los casos Bergara y Garrido", en aras de introducir al lector en las condiciones de posibilidad de gestación de una empresa moral de estas características.
DESARROLLO
…El análisis de cualquier movimiento de reclamo de castigo requiere, entonces, una necesaria contextualización histórica que permita entender cómo se construyen esas identidades enemigas. Es decir, qué ha venido a representar socialmente ese enemigo-agresor en el momento en que ha ocurrido el hecho; y para quiénes representa esto; y porqué…
Mariano GUTIÉRREZ[2]
1.- Breve sinopsis de los "casos[3] Bergara y Garrido".
TABLA 1: CANTIDAD DE NOTICIAS VINCULADAS CON LOS CASOS "BERGARA" Y "GARRIDO" EN EL DIARIO CLARÍN[4]
Fecha "BERGARA" "GARRIDO"
24/12/2008 1
25/12/2008
26/12/2008 1
27/12/2008 1
28/12/2008 2
29/12/2008
30/12/2008 1
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02/01/2009 1
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14/01/2009 1
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16/01/2009 1
17/01/2009 1
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22/01/2009 1
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24/01/2009 1
25/01/2009 5
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27/01/2009 4
28/01/2009 3
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30/01/2009 1
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18/02/2009 1 5
19/02/2009 5
20/02/2009 1 2
21/02/2009 3
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08/04/2009
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Total 56 30
Una vez izado el telón mediático, descubrimos que Leonardo Bergara es el hermano de un empresario que resultó secuestrado por seis policías el 22 de diciembre de 2.008 en Ranelagh, partido de Berazategui, provincia de Buenos Aires. Luego de un mes apareció con vida en el barrio "El Pato", de la misma localidad, en el día en que más cobertura recibió "Bergara" (cinco, el 25/01/09), tal como se advierte en la tabla que nos precede.
Tres semanas después, el policía Aldo Garrido murió durante un intento de as
alto en el partido de San Isidro, provincia de Buenos Aires, a pocas cuadras del edificio de Tribunales. Dos días después, asume el nuevo jefe de la policía bonaerense, en uno de los dos días en que más cobertura recibió "Garrido" (cinco, el 19/02/09).
Las coincidencias no son casuales; mas bien parece todo lo contrario. Veamos a continuación por qué "Bergara" ansiosamente esperaba a su "Garrido"; es decir, por qué (el muerto) "Garrido" mató a "Bergara" y resucitó a la policía, herida de sangre por "Bergara".
2.- La imagen de la policía en "Bergara".
Desde el día de su nacimiento, "Bergara" le apuntó a la policía. En efecto, la primera noticia que se registra en la tabla ya daba cuenta de un grupo comando que la propia familia de Bergara no dudó en suponer que se trataba de un procedimiento policial "…porque enseguida vieron que estaban todos armados y usaban chalecos azules similares a los que usa la Policía…"[6]. Más aún, ya en esa primera cobertura se dejaba en claro que por la estructura desplegada por los secuestradores y las modalidades del hecho, no se trataba de improvisados, sino todo lo contrario.
Poco después se supo que los policías pidieron un millón de dólares para liberarlo, y que las negociaciones las llevaban adelante con suma tranquilidad: "…Lo que es seguro es que estamos frente a profesionales… No plantean las cosas como una banda de loquitos…"[7]. Llevando in crescendo la cuenta de los días sin desenlace, Clarín cuantificaba más "…angustia…"[8] e iba relatando las pruebas de vida que brindaban los policías[9]. En el ínterín el ministro de seguridad bonaerense Stornelli concedía una entrevista al medio gráfico, anticipando "…que no contestará preguntas sobre ese caso hasta que el secuestro (…) finalice…"[10], sin perjuicio de que la conversación periodística fue interrumpida en seis oportunidades para ser informado al respecto.
El 7 de enero Clarín avisa de la primera detención de policías: el capitán Cardozo (jefe del gabinete criminalístico distrital) y el teniente Vega. A dos semanas de haberlo dado a luz, Clarín le agregaba a su "Bergara" condimentos al ya ínsito componente policial: al momento de la aprehensión, estos policías contaban con seis kilos de droga sospechados de ser sustraídos de un procedimiento del que participaron en calidad de funcionarios. Por primera vez Clarín hace aparecer en escena directa dos actores políticos profesionales de peso: el propio Stornelli defendiendo a los policías y el gobernador provincial Scioli presionando al jefe de la policía bonaerense Salcedo: "…hay que cuidar la vida de Leonardo para que pronto pueda estar con su familia…"[11].
Al tiempo que cada nuevo acontecimiento "…no hace más que afirmar la conexión policial…", los coletazos de "Bergara" continuaban deteriorando la imagen de esta agencia de control social: mientras Clarín denuncia en una editorial una cultura de venalidad que trasvasa la institución policial[12], dos días después Scioli ordena a Stornelli intervenir la distrital Berazategui, congelando el mando del inspector Luján[13]. Como respuesta, la cúpula policial provincial se muestra "…muy preocupada…" e informa que "…asuntos internos…" está interviniendo en el "…caso…".
El 13 de enero cae detenido el teniente Costa, jefe de calle de la comisaría de Quilmes, por formar parte de la que a partir de entonces sería bautizada banda policial[14], conformada por entre seis y diez policías en actividad y retirados. Su abogado lo defendía: "…Es una maniobra tendiente a denostar la reputación de la Policía Bonaerense…"[15]. En los casi 20 allanamientos realizados en esa jornadas, los 200 policías intervinientes supieron de sus destinos minutos antes "…para evitar filtraciones…". Clarín da cuenta del impacto de "Bergara", también en el poder judicial: "…La causa se torna tan compleja que ayer el juez federal de Quilmes, Luis Armella, decidió suspender sus vacaciones (lo estaba reemplazando una subrogante) y regresó para seguirla de cerca…"[16].
Dos días más tarde, Clarín titulaba la caída del ex cabo Ocampo, "El Oreja", exonerado en 1.990 por quedar involucrado en una causa judicial por asociación ilícita, robo reiterado y privación ilegítima de la libertad. Mientras los policías detenidos eran desafectados de sus cargos por orden del ministerio de seguridad y llevados al penal de Marcos Paz, la "…muy tensa negociación…" prosiguió durante los siguientes cinco días con la imagen cada vez más ensanchada de "…la angustia…"[17] mediante las pruebas de vida que exigía la familia.
En un anticipo de la empresa moral que se avecinaba, el gobernador Scioli tituló el 22 de enero: "…el secuestro de Bergara tiene "características extrañas" (…) No se puede generalizar a toda la fuerza…"[18]. Dos días después de que "Bergara" cumpliera un mes de vida, la familia pagó 200 mil dólares y joyas por el rescate. Scioli se consolida en el rol del actor político profesional estelar que le demandaba "Bergara": "…Estamos ante la máxima expectativa, ante un inminente desenlace (…) Prácticamente estuve sin dormir toda la noche porque me tenían informado sobre las alternativas de cómo iban las cosas…"[19].
El 25 de enero aparece Bergara en la casa del subteniente López, con veinte años en la policía, luego detenido. Desde ese mismo instante, Clarín comienza el lado b de "Bergara": "…Hay muchos que creen que, detrás del secuestro propiamente dicho, se juegan las cartas de una interna policial…"[20]. Scioli titula lo propio: "…Quiero que todos vayan presos…". Al día siguiente, Clarín sospecha que uno de los policías prófugos cuenta con "…protección…". Entrevistado, Scioli presiona a Stornelli para que "…reestructure áreas de la bonaerense…", donde "…cada día que pasa aparecen nuevos policías sospechados y corruptos…". Anuncia compromiso, respaldo y aliento para los "…buenos policías…"[21]. Pese a intentar despolitizar "Barrera"[22], Scioli introduce tres elementos perturbadores para la agenda política de cualquier actor político profesional: "…el tiempo que duró (…) la época del año en el que ocurrió y, sobre todo, el desenlace que tuvo. Este tipo de episodio no se puede encuadrar en un caso de inseguridad. No fue una elección azarosa…"[23].
Scioli logra su cometido: Clarín asigna en el episodio 27/1 de "Bergara" centralidad de la "…reestructuración de la bonaerense…". En su puesta en marcha Clarín introduce un elemento clave en la inminente empresa moral que reestructure "Bergara", "…porque contar con una policía honesta y eficiente es uno de los principales requisitos para mejorar la seguridad…"[24].
Los coletazos del raid policial proseguían: el 28 de enero detuvieron al ex policía Pardini, el 3 de febrero al comisario Luján, jefe distrital de Berazategui, y el 18 del mismo mes. "Bergara" se expande descontrolado: el 4 de febrero Scioli denuncia una amenaza de muerte y dos días después el edificio de la gobernación fue evacuado por amenaza de bomba; Clarín vincula los episodios con "…el clima tenso en la bonaerense…" por "Bergara". Scioli avisa que no tiene miedo.
Clarín comienza a bajar el telón de "Bergara": "…La Bonaerense y las redes delict
ivas…"[25] es el título escogido para el epílogo. El final trae una escena cargada de simbolismo y reminiscencias a la Ana Bolena: el 20 de febrero, último día de "Bergara" con vida propia, Scioli despide al jefe policial Salcedo[26].
3. El resurgir policial en "Garrido".
Tres días antes de que muriera "Bergara", nació "Garrido".
El 17 de febrero Clarín dio a luz a "Garrido" bajo el título "…conmoción y tristeza entre los vecinos de San Isidro por el policía asesinado…". En un hecho condenado al anonimato de las necrológicas policiales de rutina[27], el teniente Aldo Garrido murió al intentar frustrar un asalto en un local de ropa.
Clarín comienza introduciendo las características deseadas por un actor que encarne las fuerzas que requería este papel: 62 años, 30 de "…servicio…", "…había pedido no jubilarse y seguir trabajando…". En "…Garrido, un policía a la antigua y querido por "la gente"…[28], se empieza a delinear el bálsamo para empezar a apaciguar "Bergara": "…un señor amoroso…", "…un policía muy conocido y querido por todos…", "…bueno, respetuoso, cariñoso, siempre preguntando por nuestros hijos…", "…ayudaba a todos, en especial a los jubilados, y los llevaba al banco…"[29], "…nos daba consejos, paraba el tránsito para que cruzáramos…"[30], "…siempre con su uniforme impecable…", "…muy sencillo y tenía mucha pasión por su trabajo…", "…todas las mañanas pasaba por los locales y saludaba…", "…el policía de la esquina, el que saludábamos todos…", "…todo el mundo lo amaba…", "…un ángel…", "…no sólo un ángel, sino un maestro de vida, un ejemplo a seguir para mis hijos…", "…como si se hubiera muerto un hermano…"[31].
Renglón seguido "…una pérdida de verdad…", "…le quitaron la vida a un hombre de bien…", "…un brutal homicidio, salvaje y cobarde…", "…fusilado a sangre fría…", "…San Isidro está de luto…", "…lo vamos a llevar en el corazón…"[32]. La municipalidad y la cámara de comercio de la localidad dispusieron a través de un comunicado que durante tres días "…se coloquen crespones, paños o cartones negros en todos los edificios públicos de la ciudad, así como en la vidrieras de los locales comerciales (…) como señal de duelo y en homenaje a ese amigo de todos que fue Garrido…"[33]. Clarín dibuja la misa de "Garrido": "…miles de personas que desbordaron la Catedral y casi llenaron la plaza (…) el sacerdote hizo referencia a la inseguridad y recibió aplausos…"[34]. Esto fue "Garrido" en su primera intensa jornada.
De este arsenal, se destaca una frase con la que Clarín habla a través de una "vecina": "…No era un simple policía, era la imagen del policía…"[35]. Probablemente una de las notas esenciales de la empresa moral titulada "Garrido" sea su simbolismo; esto es, el punto de quiebre con la imagen policial de "Bergara": "…un policía querido, alguien que circuló a contramano de la imagen de autoritarismo y prepotencia que muchos de sus colegas se empeñan en perpetuar…"[36].
En una nueva alegoría, un actor importante en "Bergara", el ministro de seguridad Stornelli, ascendió a "Garrido" (o Aldo Garrido post mortem) dos grados: de teniente a capitán. La imagen de "…la seguridad que nos brinda la policía…", mortificada en "Bergara", renace con "Garrido": "…Las empleadas de los comercios lo llamaban antes de abrir o cerrar los locales. Les daba seguridad (…) se había convertido en parte de la vida de los vecinos…"[37]. La insignia policial comenzaba a limpiarse: "…supo honrar el uniforme que con orgullo llevaba…"[38].
Un día después "Garrido" crea su símbolo de signo contrario en toda empresa moral contra la "delincuencia": Luque y Acuña fueron detenidos "…ante la conmoción social que desencadenó el asesinato del policía más querido y respetado…"[39]. El 19 de febrero Clarín los marca como "…dos asesinos…".
Se profundiza la escisión con "Barrera": "Garrido" es "…la posibilidad de contar con policías que cumplen con su deber (…) una foja de servicios ejemplar…"; por eso este "…cuadro contrasta duramente con las conductas de muchos policías (que) incumplen con su mandato y con las leyes…"[40]. En el despido del jefe policial Salcedo, Clarín sobrevuela con "Garrido" y Scioli destaca "…la recuperación de la confianza entre la ciudadanía y la policía…". El archipiélago "Garrido" comienza a extenderse: el 20 y 21 de febrero "Garrido" produce el asesinato del sargento Melizza en una villa de Villa Maipú, "…el segundo policía asesinado esta semana…". La imagen de "Garrido" se retroproyecta: era "…un pan de dios. Acá no se puede vivir más…", dice Clarín a través del suegro de Melizza. Se reafirma el lavado de cara policial de "Garrido" con la primera aparición en escena del nuevo jefe policial Paggi: "…Seguimos perdiendo este tipo de efectivos porque la lucha contra el delito es franca y decidida…"[41]. El mismo día "Garrido" produce un efecto panóptico: instala 120 cámaras para vigilar las calles de San Isidro.
Paggi reproduce en una frase la imagen de "Garrido" y la multiplica de un modo tal que resume su razón de ser: "…En la Policía tenemos que tener 50 mil Garrido vivos…"[42]. "Garrido" es la "autodepuración" de la policía, separa a los "…elementos nocivos de la fuerza…", es el "…modelo a imitar…" para todos los policías. "Bergara" es "…diez, veinte, cien elementos que perjudican el buen nombre y honor de todos…": "…contra ellos vamos a avanzar…" con "Garrido".
Al día siguiente Paggi se consolida en su doble papel de actor político profesional y jefe policial, delineando la figura del chivo expiatorio que reclama "Garrido": pide que se baje la edad de imputabilidad de "…los menores que delinquen…". El 23 "Garrido" convoca vía mail y facebook más de 400 "…vecinos comunes…" batiendo palmas y cantando el himno nacional en su honor frente a la municipalidad en reclamo por "…más seguridad…". Dos días después, "Garrido" se agiganta con más fotos con sangre y mata al subteniente Santillán en una villa de Quilmes: "…es el tercer policía asesinado en menos de diez días…"[43]. Tras su inhumación, Paggi se termina de vestir de criminólogo oficial: "…Hoy la gente debería pensar que esto es una tragedia social, que murió otro policía en defensa de ellos…"[44].
El 11 de marzo "Garrido" se cobra otra víctima y "asesina" al subteniente Martínez en un intento de asalto en la localidad de Olmos, La Plata. Paggi reaviva el patíbulo "Garrido" y su mensaje: "…¿cuántos policías más tendrán que dar su vida para que la sociedad se convenza de que se está trabajando contra la inseguridad?…"[45]. Al mismo tiempo, solidifica al enemigo: "…Hay un desprecio de la vida muy grande por parte de la delincuencia. Esta es otra pérdida otra irreparable…"[46]. Stornelli no deja solo a Paggi y agreg
a un lema propio de las campañas de "ley y orden": "…la seguridad no sabe de ideologías…". Y marca en "Garrido" el punto de inflexión con "Bergara": ahora la policía "…aumentó su operatividad, ha cambiado su actitud y se juega (…) entrega vidas, busca enfrentamientos (…) existe una mayor acción de la Bonaerense contra la inseguridad (…) la institución sigue ofrendando vidas…"[47].
En el medio, el 8 de marzo "Garrido" resucita y da luz a sus hijos policías: "…un discípulo de Garrido ya está vigilando el centro de San Isidro…"[48]. El sargento Gandini siente honor al reemplazar a Aldo Garrido, en medio de muchos policías de la comisaría de la zona que se candidateaban para realizar el mítico "…rondín…" de quien murió "…de manera heroica…".
4. Las transformaciones policiales de "Bergara" y "Garrido", o la génesis de una empresa moral punitiva.
Este resumen de las 86 noticias con las cuales Clarín conformó "Barrera" y "Garrido" tuvo por objeto deconstruir la empresa moral allí encubierta; esto es, visualizar las redes de sentido que operan en la disruptura "Barrera"-"Garrido".
Queda claro que alguien tenía que pagar por esos "…33 días de odisea…"[49]. Algo tenía que enmendar "…el escándalo por la participación policial" en "la historia del secuetro más resonante de los últimos tiempos"…"[50]. Cincuenta bombardeos del terrorismo mediático "Bergara" no podían más que producir el efecto que produjo en la imagen policial.
Post-"Bergara", la imagen policial necesitaba muerto a Aldo Garrido; la policía lo necesitaba matar. Necesitaba un chivo expiatorio a la vez víctima héroe que exorcizara "Bergara".
En este contexto, la agenda política de la "inseguridad" se vio perturbada por "Bergara", pues uno de sus engranajes (los medios) abandonó por demasiado tiempo esa empresa moral. El divorcio no puede sostenerse mucho tiempo, y en el reencuentro mucho tuvo que ver "Garrido".
Más allá de la certeza o no de las informaciones, más allá de la verosimilitud del discurso periodístico, lo cierto es que lo que verdaderamente aquí interesa es el efecto simbólico que produce el devenir in crescendo de "Bergara". Tampoco se trata de averiguar el porqué "Bergara". Puede muy bien que se deba a causas ajenas a lo que aquí se discute (interna policial, jugada política[51], etc.). Suponer una causa eficiente implicaría sucumbir en una etiología conspirativista. Por ello se evita caer en la tentativa de creer que la prensa es en su conjunto una pura herramienta clasista de dominación o de control hegemónico. No hay aquí una predestinación de "Bergara" y de "Garrido" que impliquen una lectura mediática homogénea o consensual. Lo que aquí interesa no es una relación de causalidad en "Bergara", sino centrarse en los efectos devenidos en condiciones de posibilidad de. La policía tiene asignadas ciertas funciones que "Bergara" puso en crisis: "…el correcto desempeño de las policías para que no sean parte del problema de la seguridad, como en ocasiones sucede, sino parte de la solución…"[52], diría Clarín en las escenas finales de "Bergara". Aquí es donde nace "Garrido".
Ahora bien, si "Garrido" cuenta con todas las características emocionales propias de una empresa moral favorable a la cruzada contra la "delincuencia", ¿por qué los medios de comunicación siguieron adelante con "Bergara" si desde el vamos era una empresa disfuncional a esos fines proclamados? Dicho de otro modo, ¿por qué esperar el nacimiento de "Garrido" y directamente no abortar "Bergara" en su génesis?
En principio, porque los medios tienen su propia lógica y porque pensar en un sentido afirmativo las respuestas a estos interrogantes bordearía peligrosamente los contornos de una teoría conspirativista. Pero por otro lado, pareciera ser que, aunque de signo diverso, "Bergara" también cuenta con el dramatismo del que adolecería cualquier otra investigación periodística sobre la "corrupción" policial o cobertura periodística "profunda" sobre las funcionalidades policiales; esto es, "Bergara" es un espectáculo tan fascinante como "Garrido".
Veamos. En primer lugar, Clarín se esmeró en hilvanar "Bergara" con "Cabezas"[53]. La situación es parcialmente distinta: las reacciones punitivas en "Cabezas" (y en el resto de las empresas morales de los ´90s) estuvieron protagonizadas por la clase media y por un discurso de reivindicación del "pueblo" o de "la gente" en contra de los "poderosos" (Yabrán, Duhalde, la "maldita policía", etc.). En tal sentido, la matriz que atraviesa "Cabezas" o "Cabello" es distinta de la de "Garrido": en aquélla se trataba de "víctimas del poder" o de la "impunidad"[54]. En este registro, "Cabezas" o "Cabello" se emparentan mucho más con "Bergara", aunque con una diferencia sustancial que priva a esta última empresa de un carácter moral: aquí no hay un "Yabrán" ni un "Cabello"; no hay un enemigo visible (la corrupción[55]) ni conveniente (la institución policial) que movilice los sentimientos vindicativos de la sociedad de castigo.
GUTIÉRREZ[56] demuestra que los líderes de estos reclamos eran de la generación que llegaba a la adultez durante la dictadura militar, de modo que sus conceptos y discursos eran propios de las luchas políticas de los ´70s y ´80s. Estos sujetos y estos discursos cambian en "Garrido" y en el resto de las empresas morales que se comienzan a gestar a partir del 2000, con la empresa moral "Blumberg"[57] como ícono más representativo. Los líderes pasan a ser de clase media alta o alta, los discursos están "lavados" de un arraigo histórico y carente de cualquier tradición política, y la identidad antagónica gira y se encarna en "el pibe chorro", el "secuestrador" o el "delincuente mata-policía" como victimarios de la "gente". En este sentido, la clase baja no es representada en "Garrido" porque tampoco lo fue en "Bergara": el sujeto-empresario secuestrado por policías y por ende intranquilo por los "Bergara"[58] se tranquiliza con el sacrificio de un "Garrido", mientras que los marginales permanecen en un manto de sospecha por la "inseguridad" delictiva que denuncia "Garrido". Los empresarios "honestos y trabajadores" como Leonardo Bergara (que forman parte de "la gente") pueden (en el peor de los casos) ser acosados por la "delincuencia" de clase baja (y para defenderlos están los "Garridos"); lo que les resulta intolerable es sentirse inseguros por la policía de "Bergara".
Al efecto, se visualiza la intencionada contraposición "Garrido"-"Barrera": "Garrido" representa la imagen del policía welfarista, "…cumplía con el imaginario popular de los antiguos policías de barrio: aconsejaba (y a veces retaba) a los chicos a la salida del colegio, cortaba el tránsito para que cruzaran los ancianos o las embarazadas…", en contraposición a la imagen del policía neoliberal de "Cabezas" y "Barrera" (descripción: corrupto, negociados con la droga, etc.). Más aún, las víctima
s "Cabezas" y "Garrido" tienen notas en común: representan valores de humildad, sacrificio y honestidad. A su vez, "Garrido" encarna la comunidad de valores que representa a "la gente" que construye Clarín: un sujeto colectivo a quien le atribuye normalidad, decencia, universalidad[59]. A partir de "Garrido", Clarín (y el resto de los miedos de comunicación) recrea en el imaginario social un sujeto que nuclea a toda la sociedad sana, que se pretende inocente y víctima. Este sujeto ("la gente") es impoluto y pasivo; encarna la moral del cordero.
En función de ello, el término que Clarín utiliza en "Garrido" para aglutinar a este colectivo no respeta un parámetro uniforme: "los vecinos de San Isidro", "la gente de la provincia de Buenos Aires". Esto supone un número indefinido de personas ideales más allá de las clases sociales pero neutras políticamente, en cuyo estereotipo siempre se encuentra la posibilidad de ser victimizadas. "…Una vez instalado como sujeto colectivo, "la gente" ya no es un grupo social particular (…) Pretende ser el todo social, que tiene valores comunes muy claros, firmes, universales, atemporales…"[60]. Clarín no pretende que "la gente" de "Garrido" represente a la comunidad, pretende ser la comunidad. "…Nuestra personalidad social es… nuestros intereses y nuestros valores…" aclara GUTIÉRREZ[61].
El enemigo de "Garrido" es el enemigo de "la gente" porque rivalizan con ella, la hace sentir amenazada. Y se habla de "la gente" cuando se habla de las víctimas de la delincuencia; así se construye la identidad de "la gente". En este clivaje, las categorías de "los vecinos" y de "la gente" facilitan distinguir una identidad frente a "los villeros", "los piqueteros", las "travestis" o "los delincuentes", y permite identificarlos como enemigos: "los vecinos" y "la gente" pueden (y quieren) vivir sin (o por lo menos "lejos de") "villeros", "travestis" y "delincuentes"; lo que no pueden es vivir sin policía (de allí que "Bergara" sea perturbador). En estas cruzadas, Clarín es un aliado de la "gente", una suerte de árbitro moral que siempre juega en su favor.
En "Garrido", así como en "Cabezas" y en "Cabello", las víctimas sin fama son convertidas en héroes mediáticos. GUTIÉRREZ[62] deconstruye la aparente diferencia entre "Cabezas" y "Cabello" en otra nota común con "Garrido": todas estas empresas morales operan con el mismo lenguaje gráfico, las mismas palabras: "No se olviden de" las víctimas, "Asesinadas por las picadas mortales de Sebastián Cabello", "Tenemos que tener 50 mil Garrido vivos", "San Isidro mantendrá vivo tu recuerdo", "Justicia para Garrido. Igualdad de derechos para víctimas y delincuentes"[63].
En el conteo de la empresa moral de la "inseguridad" y salvataje policial, "…la verdadera pérdida…" es "Garrido". Por eso se erige en héroe y mártir. Los enemigos de "Garrido", los "delincuentes menores villeros que matan policías", son pérdidas necesarias, o cuanto menos, inevitables en la "guerra diaria" entre "nosotros" (los "buenos") y "ellos" (los "malos"). La pérdida de un policía se exacerba en función de la también consecuentemente exagerada importancia del "delincuente".
El simbolismo de "Garrido" explica que Aldo Garrido sea una "…grave pérdida…" para la policía. Esta evidente desproporción numérica sólo se explica en las ganancias simbólicas de la policía con sus "graves pérdidas" y sus "caídos en cumplimiento del deber". Esta aparente contradicción sólo se resuelve a un nivel imaginario: el "…ejemplo…" de "Garrido" es un cuadro, una "…foja de servicios ejemplar…", es un "…funcionario ejemplar…", es el "…ejemplo…" de la policía. Son dos fotos ejemplares que proyectan la imagen simbólica de la "seguridad". "Ejemplo", "cuadro", "imagen"; símbolo. "Garrido" "…muestra que existen policías dispuestos a honrar su profesión y la institución a la que pertenecen y cuya actividad y ejemplo son indispensables para mantener la seguridad…"[64]. "Garrido" es la figura emblema con la que la policía reproduce su identikit; "Bergara" es el rostro oscuro del policía.
En ese sentido, los registros higiénicos de pureza y sanidad en la imagen del policía welfarista (y también de la imagen del policía de la "nueva penología", que en este punto se nutre de aquella) no es un dato menor: "…Hacía boxeo e iba regularmente al gimnasio. Los que lo conocen aseguran que se levantaban a las seis de la mañana para hacer abdominales…"[65]. Es que "la gente" se identifica con la imagen de familia, trabajo y lealtad que les brinda "Garrido". Más aún, un dato de la imagen de "Garrido" resulta clave para la inminente doctrina de la "nueva penología": "…además de ser un hombre querido por la gente de San Isidro, él mismo era vecino del partido: vivía en la localidad de La Lucila…"[66].
"Garrido" es amigo de la política del neighbourhood watch[67]: ambos hacen a la sensación de seguridad. Esta política de vigilantismo[68] hace a la introyección del rol policial y a un nuevo habitus "ciudadano"; un pequeño "Garrido" en cada "vecino". No son casuales las 120 cámaras que colocó "Garrido" en San Isidro. La imagen de "Garrido" en la esquina de la calle es la imagen del discurso de la prevención situacional del delito[69]. Al mismo tiempo, se hace posible en un contexto proclive a este discurso: "Garrido" nos cuenta que San Isidro encabeza el ranking de contratistas de seguridad privada, con más de tres mil vigiladores repartidos en alrededor de 650 garitas. La municipalidad triplicó entre 2008 y 2009 el presupuesto para "la seguridad": de $5.5 millones a $18.5 millones. Además de la policía, la "seguridad" en San Isidro está a cargo de la prefectura y la gendarmería, custodia permanente de la villa "La Cava". De todos modos, el reclamo por el que "Garrido" une a vecinos y funcionarios es "…más efectivos para las comisarías de la zona, que hoy tienen 470 hombres…"[70].
Pero además, "Garrido" profundiza "…un difuso miedo al delito, unos comportamientos rutinarios de evitamiento, unas representaciones culturales y mediáticas omnipresentes y una generalizada "conciencia del delito"…"[71]. "Garrido" sigue planteando el "evitamiento del delito" como un principio organizador fundamental de la vida cotidiana de los "vecinos de San Isidro" y de toda "la gente". "Garrido" condensa todos los miedos, pues el miedo al delito es el miedo al extraño[72], y abastece una nueva criminología de la vida cotidiana[73].
Con el mismo trazo se dibuja el perfil del "nuevo" jefe policial que produjo "Garrido" en contraposición al "viejo" jefe policial de "Bergara": Paggi es profesor de ciencias políticas, se viste con saco negro impecable y corbata roja, cuenta con nuevos móviles, motos nuevas y chalecos, pide 16.000 policías más, y dice que el tema de la "seguridad" es una "…política de Estado…"[74]
. A su vez, Paggi profundiza el perfil welfarista de "Garrido": para él, el "tema de la inseguridad" tiene que ver con "…mayor educación, mayor índice laboral, salud pública, todos los ítems que hacen a la calidad de vida del ciudadano…"[75]. En esta línea discursiva, el "diagnóstico de la corrupción" en la que sucumbiría fatalmente la policía (y las instituciones políticas, otras agencias gubernamentales como las judiciales, el parlamento, la cárcel, etc.) obedece al característico discurso iluminista del deber ser aún irresoluto que nació desde el nacimiento estructural de todas ellas y que hace a su funcionalidad[76]. En esa lógica se inscribe "la reforma de la policía" y todo reformismo welfarista[77].
Allí se esconde la imagen de "Garrido" como un policía que "nunca abusaba de su arma"[78]. En la antagónica relación "Bergara"-"Garrido", "Bergara" es el "abuso de poder", "el sabemos que a veces se cometen excesos"; "Garrido" es entonces la policía.
Pero al mismo tiempo, la pérdida de "Garrido" se niega como ritual de afirmación colectiva del ausente, una sensación de recrear al muerto y reivindicar su identidad allí donde ahora se siente su ausencia. De allí que el discípulo Gandini "…llene el hueco vacío…". La reconstrucción de la víctima es la reconquista de un lugar perdido. Por eso "San Isidro mantendrá vivo tu recuerdo".
Es que por más que "Garrido" no sea duradero ni cierto materialmente, tiene un efecto simbólico de neutralización temporal de la amenaza externa (el enemigo) y la interna (la disensión, la diferencia). Es el ataque a la policía lo que permite universalizar la posición victimizante. La toma de partida (con o contra la policía, a favor o en contra de la "seguridad") es planteada como una necesidad moral imperiosa, universal. El castigo que pide "Garrido" se presenta como una necesidad urgente para que no se derrumbe el orden social "justo". En virtud de ello, Clarín apela a un discurso consensualista que supone que la "totalidad" del cuerpo social reclama el castigo como una necesidad moral; se trata de la urgencia por producir consenso en tiempos de "guerra".
Por eso la lógica grupal del grupo de reclamo de "Garrido" se asienta sobre la violencia en masa pretendidamente unánime: el linchamiento[79], el chivo expiatorio, la ejecución pública. La adhesión de Clarín al reclamo social de castigo a través del discurso consensualista y moralista con el que impregnó "Garrido", acentúa e insta a este tipo de procesos violentos. El enemigo de "Garrido" se entronca en la concepción bélica y schmittiana del término. El clivaje amigo-enemigo se desnuda en una lucha sin final y sin límites, una guerra sin cuartel, donde con el enemigo, se sabe, sólo una cosa resta por hacer.
Exorcizar y colocar como chivos expiatorios a Costa, "El Oreja", Pardini, Vega, Costa o López como los "monstruos" de la policía, por sí sola, parece una tarea imposible y estéril. Para lograr un efecto de este tenor se necesita un chivo expiatorio de "signo opuesto" a los "malos": el "bueno" de "Garrido". Así, la mixtura de "policías buenos" y "policías malos" genera la sensación de que las más de las veces aquellos le ganarán la pulseada a estos últimos, pues además del destino divino que le espera al "bien", los "policías buenos" serían (deben ser, al menos en el imaginario) numéricamente superiores a los "policías malos".
Se produce así una demonización del "delincuente" y una santificación de sus "víctimas". Se construye públicamente "Garrido" como el enfrentamiento de dos identidades (y por lo tanto valores e intereses) antitéticas[80]. Es dentro de este simbólico clivaje que comienzan a ganar fuerza las campañas de "seguridad y castigo" contra los "delincuentes" en una "sociedad de víctimas".
Así, la rapidez con la que "Garrido", chivo expiatorio de "Bergara", obtuvo a su auto-chivo expiatorio inmanente a la "cruzada contra la inseguridad" (Luque y Acuña), también lava una imagen policial cara a la "nueva penología": la eficacia[81]. Por eso no debe sorprender la jactancia de "Garrido" un día después de su muerte: "…la Policía dio por resuelto el caso (…) debidamente probado y esclarecido…"[82]. En ese punto confluye la administración de justicia según la nueva penología y "…el juicio por Garrido, en tiempo récord…"[83]: "Garrido" se jacta de llevar a juicio a sus "asesinos" a tres meses de haber nacido. A diferencia de "Bergara", "Garrido" brinda la simbólica impresión de que "…algo se está haciendo, aquí, ahora, decidida y rápidamente…"[84].
En definitiva, "Bergara" puso en jaque la Sicherheit de BAUMAN[85], y con ella la tríada simbólica "protección, seguridad y certeza" que "Garrido" se encargó de devolver a la policía. El contexto globalizante es de un profundo cambio en el "sentimiento de seguridad social" en todos los sectores de la clase media, donde su inseguridad económica les produce inseguridad social, inseguridad identitaria e inseguridad política[86]. Esta nueva experiencia se enraiza en la configuración histórica burguesa: como señala GUTIÉRREZ, "…este sentimiendo de "inseguridad" no es distintivo de un momento de crisis de la clase media, sino constitutivo de ella en la modernidad (…) siempre esta franja social vivió alarmada y atemorizada (…) urgidos por resolver un supuesto problema de inseguridad que los amenaza…"[87]. La desprotección personal de "Bergara" fue inflada y recargada de significados que los desbordaron debido a los afluentes de inseguridad existencial e incertidumbre psicológica propios de la globalización[88]. La pérdida de todas sus "seguridades" sociales los coloca en una permanente "sensación de inseguridad". Y cuando un grupo social entra en crisis, la producción de imaginarios aumenta[89].
En esa construcción, Clarín sabe perfectamente que no reproduce realidad, que la crea[90]; por eso "…la reacción espontánea de la gente de San Isidro…", "…una insólita reacción de pesar popular…"[91]. No pareciera adivinarse otro destino en las imágenes construidas en "Bergara" y "Garrido". Clarín, como sujeto en sí, manifiesta que en "Garrido "acompaña a "la gente" en su dolor y sufre con ella en su angustia por "Barrera". En definitiva, toda esta empresa moral y todos los efectos institucionales que genera se centran en un "debate" de imágenes, símbolos, efectos visuales, efectos especiales, schocks emocionales. Es la pérdida del discurso, o mejor dicho, la mutación del discurso lingüístico en discurso simbólico.
Empero, en otro nivel de análisis la premisa de Clarín no es ajena a las condiciones de posibilidad de "Garrido". En efecto, "Garrido" necesita del castigo como reacción social espontánea, visto el impulso punitivo en términos de GUTIÉRREZ "…como emoción, como afecto, o como cuestión social moral (…) como pasión colectiva que motoriza, impulsa y modifica…"[92]. En tal sentido, San Isidro portaba una práctica social emocional anterior y exterior a "Garrido", por medio de la cual el público afectado por "Bergara" demandaba un castigo. Esa condición de posibilidad permite
observar que Clarín no puede crear "Garrido" sin que previamente existan ciertas condiciones sociales y psicológicas[93]. En otras palabras, si "Garrido" es consumido por "la gente" (la clase media) que lee Clarín, ello se debe a que tanto Clarín produce ideología e imaginario como que reproduce su ideología y su imaginario[94]. El discurso ("Bergara" o "Garrido") es reproducido en y armado por Clarín[95], lo que le permite imponer su ideología y cosmovisión social, conquistar su lugar como legítimo representante y productor de la "opinión pública"[96]. El involucramiento emocional de la población con el "delito" obedece a una experiencia cultural colectiva históricamente determinada[97] que performa una clase media militante de la seguridad[98], sin la cual "Garrido" sería improbable. Clarín aprovecha, dramatiza y refuerza esta experiencia para institucionalizarla[99] y dar vida a "Garrido".
En este experiencia colectiva, la identidad del policía se (re)construye a partir de "Garrido". El self del policía se afirma en oposición a "Bergara" y al "delincuente"; para ello, "Garrido" los agrede y destruye. Por eso la reacción social identificada con "Garrido" es del tipo destructivo. "Garrido" conmovió sentimientos sociales colectivos a partir de la identificación social con los intereses de su víctima-héroe, una serie de valores morales comunes con ella que se pretenden universales y sagrados y que se entienden atacados todo el tiempo por el enemigo[100]. Por eso todos los integrantes de "Garrido" responden como si ellos mismos fueran los atacados. En el sentimiento vindicativo grupal se da el proceso de identificación con la víctima "Garrido".
El "enemigo de la sociedad" que delinea "Garrido" no lo es por el ataque a Aldo Garrido[101] sino por el ataque al valor que en sí mismo este policía representa. El interés que este valor representa es "la seguridad", un "interés de la sociedad", que se siente simbólicamente amenazado. "Garrido" no defiende a Aldo Garrido, sino un vasto complejo de símbolos policiales que los hábitos sociales protegen. Por eso el atacante de "Garrido" es "el enemigo" del grupo (las clases marginales "peligrosas"). "Garrido" se convierte en un caso de "peligro público", donde el enemigo (el "delincuente") está fuera de "la sociedad", es quien la pone en peligro. El "razonamiento" final es: una pareja que mata a un policía pone en peligro a la sociedad toda. Corremos "peligro", "peligro" de estar juntos en esta "sociedad de riesgos", y "peligro" de dejar de estar juntos frente a los "riesgos" que introducen los "enemigos". Debemos estar juntos "como sociedad", juntos contra el "delincuente"; por eso no debemos cuestionar "la inseguridad" en la que vivimos de la cual "Garrido" no es más que el reflejo. Esta selectividad estructural del castigo no es aleatoria: la pareja "asesina" de Aldo Garrido es representada como parte de un grupo antagónico a partir de haber cometido un acto particular por el que el grupo de "Garrido", y cada uno de los sujetos como parte de ese self colectivo, se autoproclama afectado.
De esta forma, "Garrido" vuelve a identificar al enemigo perdido por "Bergara"; estigmatiza de nuevo al "delincuente" y recupera el sentimiento de solidaridad social entre los "buenos ciudadanos". No se trata de una solidaridad altruista; es la solidaridad por miedo a desaparecer, por una asumida condición de víctima y el temor a seguir siéndolo. La repulsión hacia la "criminalidad" que incentiva "Garrido" se revela como un sentido de solidaridad con el grupo, "un sentimiento de ser un "ciudadano" en palabras de MEAD[102]. Esta solidaridad entre "nosotros" es lo que nos distingue de "ellos", lo que nos hace ser "nosotros", y ser "la sociedad"[103].
"Garrido" no sólo excluye al "delincuente" sino que inhibe las tendencias transgresoras contra la policía generadas por "Bergara". Por "Garrido", todos junto a la policía y contra el "delincuente". Esta unión social que produce "Garrido" goza de la fortaleza que le otorga el más fuerte de los impulsos: el instinto hostil[104]. Por eso "Garrido" está condenado al éxito: "…No existe base sobre la cual los hombres se unan tan prestamente como la de un enemigo común…"[105]. "Garrido" elimina las inhibiciones en la actitud hostil, acelera y promueve la actitud de auto-afirmación. Cierta conciencia policial despierta en "Bergara" prohibía la auto-afirmación de "la gente"; de allí la urgencia de "Garrido" para dirigir la hostilidad disipada hacia un objeto común: "…De igual manera que los estados de la conciencia contrarios se debilitan recíprocamente, los estados idénticos de la conciencia, intercambiándose, se refuerzan unos a otros…", dirá DURKHEIM[106]. "Garrido" se asienta sobre el más intenso sentimiento de unión y solidaridad, disipando las diferencias y las contradicciones inmanentes a una sociedad de conflicto como la sociedad de clases tardo-moderna. "Garrido" reubica al enemigo y con él la representación del sentimiento contrario a la salud de nuestra conciencia[107]. Por ello la batalla que libra "Garrido" es por la supervivencia del adversario correcto y la destrucción del equivocado. La identidad del "vecino" de San Isidro se disuelve en "Garrido", pero su poder se potencia. ZIZEK[108] diría: "Garrido" hilvana una multitud de identidades. "Garrido" suprime las individualidades, en el "todo" y del "otro": "…en el ataque común hacia un enemigo común se desvanecen las diferencias individuales…"[109]. El sí mismo del "vecino" de San Isidro y del lector de Clarín se pierde dentro de la totalidad del grupo.
Luque y Acuña (los "asesinos" de "Garrido") son un sujeto colectivo, un grupo estigmatizado, un "mal" social, que debe ser degradado por los efectos simbólicos políticos que se extienden hacia todo lo que ellos representan. Ellos condensan todos los miedos generados por "Bergara" y deben ser expulsados. Fueron seleccionados por los miedos de comunicación y por sus actores políticos profesionales como los enemigos de una supuesta comunidad homogénea y sana. Se trata de un discurso político del inconsciente colectivo[110] que negocia con imágenes, arquetipos y ansiedades. Así, los miedos importantes de comunicación como Clarín delinean las reglas del discurso político en "Garrido": la dinámica de las entrevistas a los actores políticos profesionales Scioli, Stornelli o Paggi les imposibilita eludir la fuerza emocional de la "opinión popular" y los empuja al discurso populista punitivo[111]. Los actores políticos profesionales se vuelven mediáticos y "sienten" que no pueden ir contra el "sentido común" del que dependen sus futuros profesionales, un "sentido común" que la misma prensa construye: atacar a los supuestos sujetos productores de "inseguridad" ("delincuentes") se convierte en la vía más rápida y fácil de obtener consenso político. Por definición la prensa tiende a esconder su carácter performativo de la "opinión pública": "…Lo que la sociedad quiere es lo que los medios de comunicación expresan que la sociedad quiere (…)
la opinión pública que la prensa -teóricamente- sólo refleja…"[112]. En este triedro dinámico, la prensa crea y recrea su clientela invistiéndola de la cualidad política de "opinión pública", y los actores políticos profesionales respetan el imaginario social moldeado por la prensa, se mueven al compás de la agenda de preocupaciones, malestares y satisfacciones que delinean los medios; a su vez, éstos marcan las interpretaciones sociales de los "hechos" (las noticias) relevantes.
En tanto la política es la continuación de la guerra por otros medios[113], los enemigos de "Garrido" son los enemigos del tiempo de la política, o los enemigos políticos del momento. Se trata de un "enemigo conveniente"[114] encarnado en figuras imaginarias que operan como símbolos en un proceso político que explota "los usos políticos del peligro"[115]. Al mismo tiempo, el movimiento social punitivo que precede a "Garrido" se radicaliza y expande de forma tal que lo crea como movimiento político; esto es, "Garrido" es un movimiento político con anclaje en el movimiento social punitivo.
Así como la transgresión durkheiminiana a la ley[116], el ataque a "Garrido" se juega en la dimensión de las representaciones de lo sagrado. En palabras de GUTIÉRREZ se aprecia con mayor claridad: "…cuando se afecta un objeto en que se deposita la representación de un valor fundamental para los integrantes del grupo, los afectados estimulan la apreciación colectiva de la naturaleza simbólica de ese objeto. Llaman a los otros a unirse en su reacción afirmando que el ataque al objeto es en realidad el ataque al valor en sí…"[117]. En definitiva, no interesa si efectivamente han sido atacados o no, se trata de una sensación: el ataque es representado como contagioso y expansivo. Por ello el símbolo: al atacarlo a Aldo Garrido, "nos atacaron a todos". No es aconsejable subestimar esta fantástica creación del enemigo-"delincuente": se le teme al "delincuente" porque se siente que su ataque no ha sido un accidente contingente; se siente como una amenaza latente y general para "todos nosotros". Clarín hace que sus lectores se comprometan con "Garrido" no por medio del intelecto sino de las emociones y la identificación: con "Garrido", "todos somos víctimas"[118].
Esta necesidad de autoafirmación policial importa un "Garrido". La matriz cultural judeocristiana denunciada por NIETZSCHE[119] amparada en la impotencia y crueldad es lo que construye el sentimiento de justicia detrás de "Garrido". La afectación al propio self que origina "Garrido" debe ser compensada con el sufrimiento de un otro. Esta lógica dialéctica es inevitablemente destructiva: el uno policial se constituye como la negación del otro "delincuente"; la negación del "delincuente" opera como la reafirmación del policía. Este sadismo policial es el mecanismo psicológico que explica la interacción agresiva de "Garrido".
"Garrido" es tanto un ritual de degradación del "delincuente" como un ritual de reivindicación de la policía y de "la gente": estos rituales "…expresan emociones; suscitan y organizan su contenido; proporcionan una especie de teatro didáctico por medio del cual se enseña al espectador qué sentir, cómo reaccionar y cuáles sentimientos exhibir en esa situación. Los rituales (…) son ceremonias que mediante la manipulación de la emoción, despiertan compromisos de valor específicos en los participantes y en el público y actúan como una educación sentimental, generando y regenerando una mentalidad definidia…"[120]. "Garrido" es a la vez un rito sagrado de rechazo simbólico y exclusión física, y de reafirmación del self amenazado, donde "…la medida de la reafirmación de uno mismo es la medida de la reducción del otro-enemigo…"[121]. La consecuencia de la santificación de "Garrido" es la invalidación del "delincuente" en un juego de suma cero donde la suerte del enemigo está echada.
En esta lógica, la necesidad de hacer sufrir que experimenta "Garrido" hace sentir a la policía el poder perdido con "Bergara". El ataque de "Garrido" disminuye al "delincuente" en su autorrepresentación, así como el agresor "Garrido" se reafirma y se expande por sobre el "delincuente". El policía agrede al "delincuente" para reafirmarse; necesita disminuirlo. La "gente", el "vecino" de San Isidro, siente el poder que "Bergara" le había negado al disminuir a los "asesinos" de "Garrido". Esta experiencia de poder autoafirmativo de "Garrido" se yuxtapone con la experiencia de impotencia del "delincuente" no agredido por "Bergara". Por esta razón "Bergara" implicaba una carencia de poder, pues posibilataba en la experiencia social del castigo una peligrosa reafirmación del "delincuente": le permitía crecer ante la ausencia de su agresor. La impotencia que afirman sentir las víctimas de "Garrido" es un resultado autorreferencial, un efecto de la construcción de la identidad propia a partir de la imagen que devuelve y produce el recuperado policía agresor[122]. "Bergara" hizo resurgir en "la gente" una inseguridad identitaria, una sensación de impotencia, una manifestación contra su policía. De allí que "Garrido" sea la pasión de estos impotentes, la moral de los oprimidos por "Bergara".
Por ello, "Garrido" se explica por el miedo que generó "Bergara". El ataque a la policía de "Bergara" generó un miedo que iba más allá de la posibilidad real de un daño concreto a producirse: tenía que ver con la subjetivación e internalización del significado amenazante de la presencia del atacante ("delincuente") por ausencia del "agresor-defensor de la seguridad" (el policía). Este miedo fue capitalizado por Clarín y los actores políticos profesionales de "Garrido": "…El afán de protección genera muchas tensiones. Y donde hay tensión hay capital político… Las apelaciones a los miedos relacionados con la seguridad son tan supraclasistas y transpartidarias como los miedos mismos…"[123].
El enemigo en concreto de "Garrido" (Luque y Acuña, la pareja detenida) se convierte en el objeto de castigo, el sujeto a castigar, pero comienza a convertirse en algo más que eso. Empiezan a condensar significados que exceden sus historias[124] y sus voluntades. Representan todo un grupo social que se opone a los valores de los "vecinos" de San Isidro y de la "gente" de Clarín. La "gente" de "Garrido" expulsa sobre ellos sus propias culpas, y mediante el mecanismo del chivo expiatorio preparan el castigo colectivo. Este chivo expiatorio les permite unirse, aliviar tensiones y pacificarse en forma temporal, a la vez que recuperaron la seguridad subjetiva extraviada por "Bergara". "Garrido" permitió expulsar la violencia del seno del grupo social y emprender un nuevo ritual de sacrificio contra la "delincuencia".
"Garrido" dibuja su enemigo con los estereotipos deshumanizantes y las imágenes demonizadas con las que comercia la "criminología del otro"[125], discurso del que se han nutrido Clarín y los actores políticos profesionales allí intervinientes. Esta irracional y desmoderna "criminología del otro extraño" comerció con los miedos que dejó "Bergara" y apeló a metáforas militarizadas como la "guerra contra el crimen". "Garrido" se concent
ra sobre el intercambio simbólico posible dentro de la economía general del exceso posmoderna, donde "…los reinos de la vida social que no pudieron ser acomodados por la lógica propositiva racional "homogeneizante" de la economía restringida fueron relegados al status de los "heterogéneo"…"[126]. Lo heterogéneo es lo diverso dentro del mundo "Garrido" y habilita la gratificación sádica. Así como en el patíbulo de la economía premoderna del exceso, en el Clarín de "Garrido" el cuerpo del enemigo vuelve a estar sujeto a la destrucción ritual y espectacular. Pero en realidad, la eficacia de "Garrido" no se mide en términos racionales modernos, sino de acuerdo a los parámetros de la economía del exceso: es su espectacularidad la más importante de sus eficacias.
ALGUNAS CONCLUSIONES
…Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo…
Jorge Luis BORGES[127]
A la manera de La necesidad social de castigar, el trabajo buscó observar el contenido de las emociones involucradas en el castigo, los efectos políticos que un reclamo de castigo puede producir y la particular dirección discursiva y simbólica que puede cobrar un reclamo punitivo en un determinado contexto histórico. En definitiva, traté de entender el porqué de la necesidad moral de un castigo determinado.
Una empresa moral como "Bergara" y "Garrido" emerge de la sociedad del castigo que desmenuza GUTIÉRREZ en La necesidad social de castigar. "Garrido" es funcional a las campañas de "ley y orden": coadyuva al impulso cada vez más instalado de que hace falta más y mejor castigo. Esta "mano dura" se nutre de esta actitud que alimenta los miedos y exacerba los sentimientos vindicativos de los seres aún humanos. Se ha visto el miedo en que "Garrido" se instala y el miedo que provoca, qué simboliza "Garrido" y que rol simbólico se le adjudica al "delincuente". Vimos que una empresa moral como "Garrido" se plantea en términos épicos cuasi sagrados. Por eso "Garrido" es el castigo emotivo y ostentoso. Es que sobrevuela en "Garrido" la difícil tarea de humanizar a un deshumanizado (policizado) que prodiga trato inhumano; o cómo hacer creer que se puede acariciar con una nueve milímetros.
Entiendo que "Garrido" se inscribe en un patrón terrorista mediático que se inserta dentro de un conjunto de supuestos culturales y representaciones colectivas que dan forma al complejo del delito de la modernidad tardía[128] y que pueden resultar difíciles de desarticular. "Garrido" forma parte de la "pornografía de la seguridad"[129] como una crónica de pánico moral. Es el mito del soberano penal de GARLAND[130] que todo lo puede con su poder de castigar; pero también es la modalidad simbólica de la que se sirven los actores políticos profesionales para llevar adelante su acting out; la expresión del acting out de la "guerra contra el delito".
En definitiva, "Garrido" ayuda al incremento del castigo por medio de la cárcel y el resto de los dispositivos de control social institucional pues considera a extensos sectores de la población como amenazas al orden social. En consecuencia, "Garrido" plantea que deben ser expulsados en forma forzada del trato social (por medio de la prisión o de cualquier otra vía), como un método eficaz para neutralizar esa amenaza o calmar la ansiedad social provocada por ella[131].
Por otro lado, "Garrido" puede plantear el horizonte de proyección de otra investigación de más largo alcance. "Garrido" nos pone ante los ojos la necesidad de contar siempre con un "criminal". La "sociedad"[132] necesita de un "delincuente" para ser "sociedad": "…sin el criminal la cohesión de la sociedad desaparecería…"[133] nos advierte MEAD. En este sentido, si bien la reacción vengativa es una respuesta radicalmente emocional que falla en todos sus intentos por ser justificada racionalmente por parte de los aparatos ideológicos de estado althusserianos, es claro que toda guerra necesita de un texto. Por ello "Garrido" es parte del discurso del castigo.
Empresas morales como "Garrido" logran un efecto ideológico muy profundo: forjar la idea de que se trata de reclamos necesarios para la seguridad y la subsitencia de "la sociedad", de modo tal que el lector-televidente-cliente está obligado a tomar una única postura posible: la del integrante que quiere conservarla. Sin embargo, nadando en los márgenes del poder, la deconstrucción de "Garrido" puede invertir sus premisas en forma crítica: ¿tiene sentido seguir disfrazándose de policía, de actor político profesional, de periodista, de "gente"?; o mejor dicho, ¿para qué seguir asistiendo al circo emotivo del castigo?; ¿por qué seguir creyendo en la violencia y el mito inevitable del castigo?
La venganza que propone el castigo amenaza la humanidad de la existencia, en tanto la violencia siempre tiende a su mímesis. Las empresas morales, recursos simbolizantes de la venganza, cuentan con la ventaja de lo visible, explotan la mayor excitación que provoca un robo a mano armada que una estafa financiera multimillonaria. La "inseguridad" no tiene que ver con los perjuicios causados, sino con el mensaje comunicativo de la "falta de respeto" a un ámbito de poder mínimo, pues cuanto más visible y ostentosa es la ofensa, más autoestima, más self recorta[134].
La escena final del film The Truman Show se repite en la escena final de "Bergara" y "Garrido": ¿que hay de nuevo para ver? La casa está en orden, la paz esté con vosotros. La masa se disgrega rápidamente luego de la ejecución, hasta una nueva fanfarria del cabrío.
Notas:
[*] Trabajo presentado en la carrera de posgrado de Especialización en Derecho Penal, materia: “La sociología del control social y las transformaciones actuales de las instituciones penales”.
[1] NIETZSCHE, Friedrich. Genealogía de la moral. Bs. As., Gradifco, 2007. 1° ed., p. 40.
[2] GUTIÉRREZ, Mariano. Notas para el análisis de los reclamos de castigo. Publicado en Delito y Sociedad. Número 21, 2005, Universidad Nacional del Litoral. p. 51.
[3] Cfr. Introducimos el término en forma entrecomillada a la manera del labelling approach, pues además de "Bergara" y "Garrido", entendemos que el "caso" carece de una "realidad ontológica", pues también se trata de una invención creada partir de ciertas condiciones de posibilidad en la que operan los agentes que cuentan con dicho poder de definición. En adelante, aludiremos a "Bergara" y "Garrido" como tal, en enfoque dramatúrgico. Además, y por otro lado, el término puede tener el equívoco efecto de particularizar como "caso aislado" conductas o características cuya selección, en rigor de verdad, cumple un efecto de mera punta de iceberg.
Dicho de otro modo, el "caso" Bergara busca quedar como "caso anómalo", por fuera de una "normalidad" funcional divergente con la que necesita congraciarse la policía.
[4] Cfr. La totalidad de las noticias se corresponden con la edición impresa y han sido relevadas desde el web site del medio gráfico: www.clarin.com. Por otro lado, la elección del periódi
co no ha sido aleatoria: se comparte con GUTIÉRREZ que en este país obtener el apoyo del Grupo Clarín significa cooptar a la prensa en su conjunto, en tanto marca prioridades y relevancias en las otras corporaciones mediáticas. Piénsese que el diario Clarín tiene una tirada de más de 500.000 ejemplares diarios, en tanto el segundo más leído (La Nación) llega alrededor de los 100.000; cfr. GUTIÉRREZ, Mariano. La necesidad social de castigar: relamos de castigo y crisis de la justicia. Bs. As., Di Plácido, 2006. 1° ed., pp. 121/2.
[5] Cfr. Una de ellas es la misma que se contabiliza en "Bergara".
[6] Cfr. http://www.clarin.com/diario/2008/12/24/policiales/g-01827965.htm. Con el correr de los días, se sería más explícito: "…La banda tenía ropa de la policía…"; cfr. Cfr. http://www.clarin.com/diario/2008/01/08/policiales/g-01835554.htm. De ahora en más, todas las transcripciones periodísticas se relevarán mediante un cambio de letra a cursiva.
[7] Cfr. http://www.clarin.com/diario/2008/12/26/policiales/g-01828762.htm.
[8] Cfr. http://www.clarin.com/diario/2008/12/28/policiales/g-01829821.htm.
[9] Cfr. http://www.clarin.com/diario/2008/12/30/policiales/g-01830778.htm y http://www.clarin.com/diario/2009/01/02/policiales/g-01832077.htm.
[10] Cfr. http://www.clarin.com/diario/2008/12/28/policiales/g-01829821.htm.
[11] Cfr. http://www.clarin.com/diario/2009/01/07/policiales/g-01834842.htm.
[12] Cfr. http://www.clarin.com/diario/2009/01/15/policiales/g-01839791.htm.
[13] Cfr. http://www.clarin.com/diario/2009/01/09/policiales/g-01836222.htm.
[14] Cfr. http://www.clarin.com/diario/2009/01/13/policiales/g-01838424.htm. En algunos pasajes de "Bergara", se hablaría de una banda mixta, conformada por "civiles" y policías o ex policías; cfr. http://www.clarin.com/diario/2009/01/25/policiales/g-01846401.htm.
[15] Cfr. http://www.clarin.com/diario/2009/01/14/policiales/g-01839147.htm.
[16] Ídem.
[17] Cfr. "…Desde el 30 de diciembre no tienen ningún indicio de que el empresario esté bien…"; http://www.clarin.com/diario/2009/01/14/policiales/g-01839147.htm. Nótese que a la rigurosidad inicial del "hermano del empresario" se sucedió el más arquetípico y llano "empresario", funcional a la dramaturgia inmanente en "Bergara".
[18] http://www.clarin.com/diario/2009/01/22/policiales/g-01844155.htm.
[19] http://www.clarin.com/diario/2009/01/24/policiales/g-01845798.htm.
[20] http://www.clarin.com/diario/2009/01/25/policiales/g-01846401.htm.
[21] Cfr. "…Tampoco podemos generalizar, sólo porque algunos integrantes de la fuerza habrían tenido alguna vinculación con el caso…"; http://www.clarin.com/diario/2009/01/27/policiales/g-01847151.htm. Por lo demás, en la lógica mediática se desenvuelve la fábrica de realidad mediante el "archipiélago Barrera": el lunes 2 de febrero Clarín produce una salidera bancaria de tres policías federales; http://www.clarin.com/diario/2009/02/08/policiales/g-01854698.htm.
[22] Cfr. "…Yo no quiero hacer elucubraciones políticas sobre un caso tan delicado como un secuestro…"; http://www.clarin.com/diario/2009/01/26/policiales/g-01846720.htm.
[23] http://www.clarin.com/diario/2009/01/27/policiales/g-01847113.htm.
[24] Ídem.
[25] http://www.clarin.com/diario/2009/02/10/policiales/g-01856074.htm.
[26] Cfr. El sucesor y licenciado en ciencias políticas Paggi diseñó en su asunción un discurso prototípico de la "nueva penología": "…Paggi intentará "neutralizar los factores de riesgo". Técnicamente significa incrementar las tareas de disuasión, con presencia policial, y de prevención, con métodos de inteligencia para adelantarse al delito (…) de una manera científicamente dirigida…"; http://www.clarin.com/diario/2009/02/20/policiales/g-01862384.htm.
[27] Cfr. Aquí se puede establecer el primer punto de contacto con el "Cabello" de GUTIÉRREZ; cfr. GUTIÉRREZ, Mariano. La necesidad social de castigar. Op. cit., p. 23.
[28] Cfr. Nota vespertina del mismo 17 de febrero; http://www.clarin.com/diario/2009/02/17/policiales/g-01860827.htm. Impresiona observar como este sujeto colectivo imaginario ("la gente") creado por Clarín y descubierto por GUTIÉRREZ en "Cabello" (La necesidad social de castigar) permanece y se reproduce en "Bergara" y "Garrido".
[29] http://www.clarin.com/diario/2009/02/17/policiales/g-01860827.htm.
[30] http://www.clarin.com/diario/2009/02/18/policiales/g-01861110.htm.
[31] http://www.clarin.com/diario/2009/02/17/policiales/g-01860827.htm.
[32] http://www.clarin.com/diario/2009/02/17/policiales/g-01860827.htm.
[33] http://www.clarin.com/diario/2009/02/17/policiales/g-01860773.htm.
[34] http://www.clarin.com/diario/2009/02/18/policiales/g-01861104.htm.
[35] http://www.clarin.com/diario/2009/02/17/policiales/g-01860827.htm.
[36] http://www.clarin.com/diario/2009/02/18/policiales/g-01861113.htm.
[37] http://www.clarin.com/diario/2009/02/18/policiales/g-01861110.htm.
[38] http://www.clarin.com/diario/2009/02/18/policiales/g-01861110.htm.
[39] http://www.clarin.com/diario/2009/02/18/policiales/g-01860877.htm.
[40] http://www.clarin.com/diario/2009/02/19/policiales/g-01861781.htm.
[41] http://www.clarin.com/diario/2009/02/21/policiales/g-01863197.htm.
[42] http://www.clarin.com/diario/2009/02/21/policiales/g-01863199.htm.
[43] http://www.clarin.com/diario/2009/02/25/policiales/g-01866008.htm.
[44] http://www.clarin.com/diario/2009/02/27/policiales/g-01866860.htm.
[45] http://www.clarin.com/diario/2009/03/11/policiales/g-01874953.htm.
[46] http://www.clarin.com/diario/2009/03/12/policiales/g-01875336.htm.
[47] http://www.clarin.com/diario/2009/03/12/policiales/g-01875336.htm.
[48] http://www.clarin.com/diario/2009/03/08/policiales/g-01872752.htm.
[49] Ídem.
[50] http://www.clarin.com/diario/2009/02/01/policiales/g-01850540.htm.
[51] Cfr. "…lo que todos tratan de adivinar es qué mensaje le quiso mandar la Bonaerense al poder político…"; http://www.clarin.com/diario/2009/01/28/policiales/g-01847729.htm. El 1° de febrero Clarín diagramó la "trama narco" para "Bergara", en virtud de la cual dos secuestros de drogas ordenados por el juez Armella generaron "una pelea feroz entre bandas de narcos con cobertura policial"
[52] http://www.clarin.com/diario/2009/01/27/policiales/g-018467113.htm.
[53] Cfr. http://www.clarin.com/diario/2009/01/27/policiales/g-01847113.htm.
[54] Cfr. GUTIÉRREZ, Mariano. La necesidad social de castigar. Op. cit., p. 70.
[55] Cfr. De todos modos, la destitución del jefe y parte de la cúpula policial por "Bergara" muestra otro punto de contacto con "Yabrán" y "Cabello": se trata de casos donde eslabones endeblenes de la "cadena de impunidad" sufren un retiro de cobertura de poder (de invulnerabilidad en términos zaffaronianos) y se rompen sin que cambie nada, en un registro simbólico que anticipa la matriz de "Garrido"; cfr. GUTIÉRREZ, Mariano. La necesidad social de castigar. Op. cit., p. 90 y ZAFFARONI, E. Raúl. En busca de las penas perdidas. Deslegitimación y dogmática jurídico-penal. Bs. As., Ediar, 2005. 1° ed., p. 113. A su vez, recuérdese que se trata de otro punto de disruptura entre "Bergara" y "Garrido": Clarín había vinculado el final del jefe Salcedo en "Bergara" con "Garrido".
[56] Cfr. GUTIÉRREZ, Mariano. Notas para el análisis de los reclamos de castigo. Op. cit., pp. 51/2.
[57] Cfr. No obstante, aquí hay otro punto de continuidad con "Bergara": así como este caso policial no tuvo un enemigo visible a la manera de "Yabrán" o "Cabello", "Garrido" no tuvo un moral entrepreneurs visible (Juan Carlos Blumberg) como "Blumberg"; cfr. GUTIÉRREZ, Mariano. La necesidad social de castigar. Op. cit., p. 93.
[58] Cfr. Así como sin "Bergara" el cuerpo de Aldo Garrido estaba condenado a no ser "Garrido", Leonardo Bergara jamás hubiere sido "Bergara" de haber sido pobre: la insensibilidad general no genera "la noticia" (ver rol protagónico de la prensa en crear interés social en cada reclamo); cfr. GUTIÉRREZ, Mariano. La necesidad social de castigar. Op. cit., p. 97.
[59] Cfr. GUTIÉRREZ, Mariano. La necesidad social de castigar. Op. cit., p. 52.
[60] GUTIÉRREZ, Mariano. Notas para el análisis de los reclamos de castigo. Op. cit., p. 56.
[61] Cfr. GUTIÉRREZ, Mariano. La necesidad social de castigar. Op. cit., p. 47.
[62] Cfr. GUTIÉRREZ, Mariano. La necesidad social de castigar. Op. cit., p. 41.
[63] Estas dos últimas frases aún se encuentran (para junio de 2.009) en muchos afiches pegados en las vidrieras de las cuadras aledañas de donde murió Aldo Garrido, en el centro comercial de San Isidro.
[64] http://www.clarin.com/diario/2009/02/19/policiales/g-01861781.htm.
[65] http://www.clarin.com/diario/2009/02/18/policiales/g-01861110.htm.
[66] http://www.clarin.com/diario/2009/02/18/policiales/g-01861110.htm.
[67] Cfr. GARLAND, David. La Cultura del Control. Gedisa, 2005. p. 209.
[68] PRATT, John. El castigo emotivo y ostentoso. Su declinación y resurgimiento en la sociedad moderna. Publicado en Delito y sociedad. Nro. 22, 2006. p. 35.
[69] Cfr. GARLAND, David. Op. cit., p. 217.
[70] http://www.clarin.com/diario/2009/04/09/policiales/g-01894197.htm.
[71] GARLAND, David. La Cultura del Control. Op. cit., p.183.
[72] Ídem. p. 256.
[73] Ídem. pp. 216/217.
[74] http://www.clarin.com/diario/2009/02/21/policiales/g-01863199.htm.
[75] http://www.clarin.com/diario/2009/02/22/policiales/g-01863847.htm.
[76] Cfr. "…Porque inmediatamente la prisión, en su realidad y sus efectos visibles, ha sido denunciada como el gran fracaso de la justicia penal (…) ¿No forma parte entonces, el pretendido fracaso, del funcionamiento de la prisión?…"; FOUCAULT, Michel. Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Bs. As., Siglo XXI, 2006. 1° ed., pp. 269 y 276.
[77] Cfr. Tres datos significativos relevó Clarín con "Bergara": "…La policía provincial tiene más de 52 mil hombres. Es la fuerza armada más grande del país. En cinco años fueron apartados 6.400 agentes por su participación en episodi
os delictivos e irregularidades administrativas…"; http://www.clarin.com/diario/2009/02/06/policiales/g-01853484.htm. Este último no debiera ser entendido como una "anomalía"; antes bien, se trata de una condición de posibilidad de su funcionamiento. En otras palabras, la ilegalidad no es más que una característica inmanente a cualquier institución que se nutra de la ilegalidad.
[78] http://www.clarin.com/diario/2009/02/18/policiales/g-01861110.htm.
[79] Cfr. En el cruce de las calles Acassuso y 9 de julio de San Isidro, a dos cuadras del lugar donde nació "Garrido", se podía leer en los días posteriores sobre el asfalto al pie del mástil con la bandera argentina
el siguiente graffiti: "Fuenteovejuna por Garrido".
[80] Cfr. "…Los rasgos de un asesino desquiciado invierten los de un ciudadano pacífico…", le hace decir GUTIÉRREZ a GARFINKEL; cit. en GUTIÉRREZ, Mariano. La necesidad social de castigar. Op. cit., p. 73.
[81] Cfr. Compartimos aquí por sobre la originaria de FEELEY y SIMON la visión que tiene PRATT de la nueva tecnología de poder "actuarialista" o de la "nueva penología": la racionalidad tecnoburocrática de la penalidad moderna no ha sido abandonada, sino, antes bien, reforzada. De este modo, "Garrido" es, en tanto castigo emotivo y ostentoso, a la vez una disrupción arcaica o pre-moderna emocional como una continuidad racional y más eficiente y extensiva de la "penalidad civilizada"; PRATT, John. El castigo emotivo y ostentoso. Su declinación y resurgimiento en la sociedad moderna. Op. cit., pp. 37, 40 y 53.
[82] http://www.clarin.com/diario/2009/02/18/policiales/g-01860877.htm. Cfr. Dos aparentes paradojas confluyen en esta afirmación: la frase pertenece al jefe policial Salcedo, destituido un día después; enseguida, Clarín dispuso que "Garrido" lo despidió. Sin embargo, "Barrera" había sentenciado su destino; fue "Garrido" quien salvó la imagen del policía Salcedo: "…una vez que se esclareció el crimen de Garrido le pedí al ministro concretar la renuncia (…) Yo di todo, estuve en todo momento poniendo la cara y no es poco…"; http://www.clarin.com/diario/2009/02/19/policiales/g-01862131.htm.
[83] http://www.clarin.com/diario/2009/03/28/policiales/g-01886335.htm.
[84] GARLAND, David. La Cultura del Control. Op. cit., p. 227.
[85] Cfr. BAUMAN, Zygmunt. La Globalización. Consecuencias Humanas. FCE, México. p. 152.
[86] Cfr. "…elevar "la seguridad", definida estrechamente en términos físicos y no de riesgos de vida (salarial, social, médico, educativo, etcétera), al rango de prioridad de la acción pública…"; WACQUANT, Loïc. Las cárceles de la miseria. Bs. As., Manantial, 2000. 1° ed., p. 22.
[87] GUTIÉRREZ, Mariano. La necesidad social de castigar. Op. cit., pp. 161/2.
[88] Cfr. BAUMAN, Zygmunt. Op. cit., p. 154.
[89] Cfr. BACZKO, Bronislaw. Los imaginarios sociales. Cit. por GUTIÉRREZ, Mariano. La necesidad social de castigar. Op. cit., p. 154.
[90] Cfr. "…La lucha contra el crimen (…) produce un espectáculo excelente, emocionante, muy entretenido. Los productores de los medios de comunicación social y los guionistas lo saben muy bien. Si sejuzgara el estado de la sociedad sobre la base de sus representaciones dramáticas (…) la proporción de criminales entre la "gente común" parecería superar de lejos la población carcelaria y el mundo en su conjunto aparentaría estar dividido entre criminales y guardianes del orden…"; BAUMAN, Zygmunt. Op. cit., p. 154.
[91] http://www.clarin.com/diario/2009/03/28/policiales/g-01886335.htm.
[92] GUTIÉRREZ, Mariano. Op. cit., pg. 43.
[93] Cfr. "…Hay algo de personal en toda lucha simbólica, y hay una dimensión simbólica en toda lucha personal…"; GUTIÉRREZ, Mariano. La necesidad social de castigar. Op. cit., p. 48.
[94] Cfr. Agudamente GUTIÉRREZ releva un dato básico de los selfs involucrados en el discurso: enunciadores (empleados, reporteros y editores que trabajan en Clarín) y enunciatarios (lectores de Clarín) pertenecen a un habitus común: son de clase media. "…Comparten sus análisis, sus códigos, su forma de ver el mundo. Y ello da sensación de familiaridad, cercanía, pertenencia, al lector…"; cfr. GUTIÉRREZ, Mariano. La necesidad social de castigar. Op. cit., pp. 122/123. Se trata de un análisis similiar al del labelling approach y la apuesta por una sociología de los jueces que evidencia una "justicia" (punitiva) clasista; cfr. BARATTA, Alessandro. Criminología crítica y crítica del derecho penal. Introducción a la sociología jurídico-penal. Bs. As., Siglo XXI, 2004. p. 106.
[95] Cfr. En cierto punto, la ecuación no es tan compleja y verifica la experiencia social del castigo: sin la cobertura de Clarín, la muerte de Aldo Garrido no hubiera sido "Garrido"; complementariamente, la prensa no hubiera dado difusión al suceso si no se hubiese convocado un número relevante de personas en San Isidro ni hubiese continuado con la empresa si no hubiera despertado interés.
[96] Cfr. GUTIÉRREZ, Mariano. La necesidad social de castigar. Op. cit., p. 144.
[97] Cfr. GARLAND la vincula con el fenómeno de la experiencia del delito a partir de los ´60s y ´70s, justo en el mismo momento donde la televisión irrumpe como fenómeno masivo, en virtud de la cual las altas tasas de delito se vuelve para la población un hecho social normal que motiva un complejo cultural en sus vidas cotidianas; GARLAND, David. Op. cit., p. 246/7 y 261.
[98] Cfr. DAROQUI, Alcira. Las Seguridades Perdidas. Cit. por GUTIÉRREZ, Mariano. La necesidad social de castigar. Op. cit. p. 161.
[99] GARLAND, David. Op. cit., p. 263
[100] Cfr. Se sigue aquí el análisis que GUTIÉRREZ hace de MEAD; GUTIÉRREZ, Mariano. Notas para el análisis de los reclamos de castigo. Op. cit., p. 44.
[101] La distinción entre Aldo Garrido y "Garrido" se puede explicar en una frase de GARLAND: "…La figura santificada de la víctima que sufre se ha convertido en un producto apreciado en los circuitos de intercambio político y mediático y se colocan individuos reales frente a las cámaras y se los invita a jugar ese papel…"; GARLAND, David. Op. cit., p. 241. También se explica en la dimensión simbólica de la empresa: el conflicto personal de Aldo Garrido (y de sus queridos) pierde en crudeza, se diluye como tragedia personal, se va convirtiendo en un símbolo colectivo, se convierte en un conflicto grupal o zonal (San Isidro) y luego general (nacional por Clarín y el resto del complejo mediático); de "los vecinos" y más tarde de "la gente". Esta expansión de su fuerza se explica por la unificación en un enfrentamiento a un enemigo o rival común, transformándose "Garrido" en parte de un sujeto mayor y ampliando su poder a partir de fundirse en un nosotros. "Garrido" logra que la muerte de Aldo Garrido adquiera un significado social que involucra progresi
vamente círculos de identificación y sujetos sociales más allá de lo ordinario; cfr. GUTIÉRREZ, Mariano. La necesidad social de castigar. Op. cit., pp. 45 y 47.
[102] MEAD, George. La psicología de la justicia punitiva. Publicado en Delito y Sociedad. p. 37.
[103] Cfr. GUTIÉRREZ, Mariano. La necesidad social de castigar. Op. cit., p. 141.
[104] Cfr. MEAD, George. Op. cit., p. 47.
[105] Íbidem.
[106] Cit. en GUTIÉRREZ, Mariano. La necesidad social de castigar. Op. cit., p. 76.
[107] Cfr. DURKHEIM, Émile. La división social del trabajo. Cit. en GUTIÉRREZ, Mariano. La necesidad social de castigar. Op. cit., p. 218.
[108] Cfr. Cit. por GUTIÉRREZ, Mariano. Notas para el análisis de los reclamos de castigo. Op. cit., p. 52.
[109] MEAD, George. Op. cit., p. 32.
[110] GARLAND, David. Op. cit., p. 228.
[111] GARLAND, David. Op. cit., p. 262.
[112] GUTIÉRREZ, Mariano. La necesidad social de castigar. Op. cit., p. 138.
[113] Cfr. Lema foucaultiano tomado de CLAUSEWITZ y cit. por GUTIÉRREZ, Notas para el análisis de los reclamos de castigo. Op. cit., p. 59; GUTIÉRREZ, Mariano. La necesidad social de castigar. Op. cit., p. 51. Ver también ZAFFA.
[114] GARLAND, David. Op. cit., p. 229.
[115] GARLAND, David. Op. cit., p. 229.
[116] Cfr. GUTIÉRREZ, Mariano. Notas para el análisis de los reclamos de castigo. Op. cit., p. 48.
[117] Ídem, p. 47.
[118] GARLAND, David. Op. cit., p. 242.
[119] GUTIÉRREZ, Mariano. Notas para el análisis de los reclamos de castigo. Op. cit., p. 45.
[120] GARLAND, David. Castigo y sociedad moderna. Cit. por La necesidad social de castigar. Op. cit., pp. 118/119.
[121] GUTIÉRREZ, Mariano. La necesidad social de castigar. Op. cit., p. 218.
[122] Cfr. GUTIÉRREZ, Mariano. Notas para el análisis de los reclamos de castigo. Op. cit., pp. 45/6.
[123] BAUMAN, Zygmunt. Op. cit., p. 153.
[124] Cfr. "…Como observó Nils Christie, cuando prevalece el conocimiento personal en la vida cotidiana, es mayor el interés por enmendar el daño que la exigencia de castigar al culpable…"; cit. por BAUMAN, Zygmunt.Op. cit., p. 139.
[125] HALLSWORTH, Simon. Repensando el giro punitivo. Economía del exceso y criminología del otro. p. 58.
[126] HALLSWORTH, Simon. Op. cit., p. 64.
[127] BORGES, Jorge Luis. Las ruinas circulares. Publicado en Narraciones. Bs. As., Orbis, 1982. 1° ed., p. 72.
[128] GARLAND, David. Op. cit., p. 270/1.
[129] MUÑAGORRI, Ignacio. La imagen del delito y del delincuente a partir de las nuevas políticas e ideologías sobre la seguridad. Publicado en Delito y Sociedad. p. 56.
[130] GARLAND, David. Op.cit., p. 189.
[131] Cfr. BAUMAN, Zygman. Op. cit., p. 149.
[132] Cfr. Se comparte aquí la postura crítica de PEGORARO desde su cátedra, entendiendo al término en forma encubridora de un verdadero "orden social".
[133] Cfr. MEAD, George. Op. cit., p. 40.
[134]Cfr. GUTIÉRREZ, Mariano. La necesidad social de castigar. Op. cit., pp. 245/6.
Bibliografía[**]:
BAUMAN, Zygmunt. La Globalización. Consecuencias Humanas[***]. FCE, México.
FOUCAULT, Michel. Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Bs. As., Siglo XXI, 2006. 1° ed.
GARLAND, David. La Cultura del Control[****]. Gedisa, 2005.
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MEAD, George. La psicología de la justicia punitiva. Publicado en Delito y Sociedad.
MUÑAGORRI, Ignacio. La imagen del delito y del delincuente a partir de las nuevas políticas e ideologías sobre la seguridad. Publicado en Delito y Sociedad.
PRATT, John. El castigo emotivo y ostentoso. Su declinación y resurgimiento en la sociedad moderna. Publicado en Delito y sociedad. Nro. 22, 2006.
ZAFFARONI, E. Raúl. En busca de las penas perdidas. Deslegitimación y dogmática jurídico-penal. Bs. As., Ediar, 2005. 1° ed
WACQUANT, Loïc. Las cárceles de la miseria. Bs. As., Manantial, 2000. 1° ed.
[**] En virtud de la sinceridad intelectual, se citarán en este acápite bibliográfico sólo las secciones o capítulos efectivamente estudiados durante la preparación de este trabajo en aquellos casos en los que no se haya involucrado la totalidad de la obra.
[***] Capítulo Ley global, órdenes locales.
[****] En punto a los capítulos El dilema político: adaptación, negación y acting out; y El complejo del delito: la cultura de las sociedades con altas tasas de delito.