El 30 de junio pasado falleció el Maestro Pedro Juan Bertolino, insigne procesalista penal y emblema en esa materia en la Provincia de Buenos Aires, aunque con proyección nacional e internacional, causando profundo dolor en el ambiente.
Tuvo un paso por el poder judicial y ejerció la profesión de abogado durante casi sesenta años, asentándose profesional y familiarmente en la ciudad de Mercedes.
Se desempeñó como profesor en las universidades Católica, del Salvador y Nacional de la Plata. También dirigió e impartió clases de posgrado en distintos centros académicos.
Integró la comisión redactora del proyecto de código procesal penal para la provincia de Buenos Aires, de impronta marcadamente acusatoria, que terminó consagrando la Ley 11.922. También fue asesor académico del Consejo de la Magistratura, miembro correspondiente de la Academia de Derecho de Córdoba y miembro del Instituto Iberoamericano de Derecho Procesal. Asimismo codirigió la excelente revista de Derecho Penal y Procesal Penal.
Su producción científica fue realmente abundante y exquisita. Publicó infinidad de artículos en las revistas jurídicas más prestigiosas. Entre sus numerosos libros merecen destacarse el singular ensayo “El funcionamiento del Derecho Procesal Penal”, con prólogo de Werner Goldschmidt, en el que se sumerge en honduras filosóficas desde una óptica jusnaturalista, considerando al fenómeno jurídico estructurado por la realidad, la norma y el valor. También resaltan “El debido proceso penal” y “La verdad jurídica objetiva”, cuya primera edición fue prologada por Lino E. Palacio. Más acá en el tiempo cabe mencionar su obra “El Juez de Garantías”, donde caracteriza a esa figura clave del nuevo ordenamiento procesal, destacando que no se trata de un juez de la causa sino de un juez “para” la causa. Asimismo, actuó como coordinador de la obra “La víctima del delito en el proceso penal latinoamericano”, en la que participaron distinguidos autores de la región.
Bertolino, sin dudas, fue un talentoso jurista, un docente dedicado y un abogado de vasta experiencia. Se distinguía por desmenuzar los conceptos jurídicos, desentrañar las diversas interpretaciones de las normas. Siempre dispuesto a debatir e intercambiar ideas en cualquier ámbito, con respeto y mesura, se destacó por décadas en los Congresos Nacionales de Derecho Procesal, organizados por la asociación argentina a la que perteneciera. No hace mucho escribió un interesante artículo sobre el juicio por jurados, institución a la que adhiriera sin ambages.
Además de profundidades teóricas, siempre en clave constitucional, Pedro se ocupó de brindar herramientas prácticas para el ejercicio profesional y para la tarea tribunalicia. Así, resulta legendario su Código Procesal Penal comentado que inició durante la vigencia del digesto anterior y continuó con el cuerpo normativo que ayudó a redactar, dedicándolo siempre al “secular código Jofré” destacando su impronta garantizadora. Precisamente, en sus últimos días cuando nada hacía prever el desgraciado desenlace, estaba ocupado en una nueva edición actualizada (la duodécima) de su código comentado, con la colaboración de un colega profesor. Esta obra, que no faltaba en ninguna biblioteca o escritorio, era de consulta obligada para una primera aproximación, y contaba con jurisprudencia provincial, incluso de órganos de primera instancia, que con paciencia recababa en los distintos departamentos judiciales a través de sus contactos en cada cabecera.
Pedro Bertolino también impulsó y apoyó a jóvenes interesados en la investigación y desarrollo de las cuestiones procesales, como cuando convocó a profesionales de distintos sitios de la provincia y de diferentes edades y trayectorias para su “Proceso y Procedimientos Penales de la provincia de Buenos Aires”, que coordinara con el profesor Alberto Silvestrini.
Más allá de sus logros científicos y académicos y de sus enseñanzas que tuvieron como receptores a varias generaciones, se impone resaltar al Pedro persona: sencillo, con la bonhomía del habitante del interior bonaerense, siempre dispuesto a participar de encuentros aportando sus sesudas reflexiones, con su humor sutil, y con la humildad de los grandes, al punto que cuando algunos colegas quisieron realizar un libro en su homenaje -con cordialidad y firmeza- se negó terminantemente.
En suma, Pedro Bertolino desarrolló una labor brillante, fecunda y siempre oportuna en punto a las necesidades de los operadores jurídicos, a la vez que mantuvo una vida familiar apacible y amorosa. Ya se lo extraña, también a su personalidad afectuosa y su espíritu noble y generoso.
José Luis Ares
Bahía Blanca, julio de 2024.