Recordemos que el 24 de Enero de 1924, se puso en vigencia en nuestro país la Ley Nº 4891 denominada “Ley de Vagancia”, la cual fue complementada con el Decreto Ley Nº 11004 de abril de 1949, finalmente, en mayo de 1986 el gobierno de turno ordenó la derogatoria de los dispositivos antes mencionados y la amnistía para aquellos condenados bajo cargo de vagancia. Esta ley que estuvo vigente por mas de 60 años en el Perú y que no hacia otra cosa que recoger las principales corrientes teóricas y conceptuales de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX en torno al derecho penal y a la teoría de la “ideología de la defensa social” (Escuela Positivista Italiana), reprimía con pena privativa de libertad aquellas conductas consideradas peligrosas, las mismas que eran asumidas como formas efectivas de prevención anteriores a la infracción, entre ellas se perseguía por ejemplo a la mujer que ejercía la prostituciòn callejera, así como a las personas que no acreditaban domicilio, oficio ni ocupación conocida (vago), En este artículo, nos interesa el caso de las mujeres prostitutas, pues parece que como consecuencia de aquella ley vigente hasta hace poco menos de 21 años , se hubiera impregnado una especie de criminalizaciòn y estigma de la prostituciòn en la sociedad peruana, lo cual no hace otra cosa que distraer la atención pública en torno a este problema que involucra muchas veces a niñas y adolescentes que sin desearlo son atrapadas en la prostituciòn, favoreciendo sin lugar a dudas a los reales responsables de quienes inician en estas actividades a las mujeres y las niñas que involucran y explotan en el denominado “comercio del sexo”, me estoy refiriendo a los proxenetas, rufianes y tratantes de personas, catalogados como delincuentes en nuestro ordenamiento jurídico nacional. Queremos delimitar nuestro comentario a la mujer que ha sido arrastrada a la prostituciòn por los proxenetas y que son muchas, y que constituyen aquellos seres humanos desprotegidos dentro del desarraigo social al que han sido inducidas y sometidas por estos inescrupulosos quienes se aprovechan de las circunstancias de inestabilidad familiar, la falta de calor afectivo, la miseria económica, la influencia del ambiente y el deseo de ganar dinero por la vía fácil, por parte de sus víctimas. Sin embargo el problema de la estigmatización afecta a todas por igual.
Efectivamente en el esquema colectivo mental de ciudadanos y autoridades inclusive, a las prostitutas se les atribuyen fundamentalmente 3 identidades que se superponen muchas veces. Por un lado, sin serlo, a la prostituta se le atribuye la identidad de delincuente, intentándose criminalizar la prostitución callejera a través de redadas u operativos policiales y cual si estuvieran cometiendo delito flagrante se les intenta detener o en algunos casos se les detiene y son conducidas a las dependencias policiales. Obviamente, el interés fundamental de las autoridades es controlar la prostitución respondiendo al reclamo de los vecinos, evitar la propagación de enfermedades infecto-contagiosas y evitar que estas actividades se ejerzan fuera de los límites y los controles establecidos por las autoridades competentes.
Para el pensamiento de los defensores de la moral y las buenas costumbres, la prostituta es básicamente una viciosa o una enferma, una mujer que ejerce esta actividad porque le gusta y disfruta con ella. Es la tentación de los hombres, la que les incita a sean infieles y la que les provoca para realizar actos sexuales prohibidos; es la transgresora de los límites que rigen para el resto de mujeres. Para este sector lo fundamental es que la actividad no se vea en las calles y si bien aceptan la prostitución como un privilegio masculino, exigen que se mantenga oculta y se degrade y castigue a las mujeres que la ejercen de manera pública, clamor muchas veces recogido por los medios de comunicación que las muestran muchas veces en ropas interiores cuando son intervenidas o siendo conducidas a las dependencias policiales. Este sector de la población condena moralmente a la prostituta refiriéndose despectivamente a la mujer que lo ejerce con peyorativos denigrantes y que son utilizados como insultantes cuando se quiere ofender la dignidad de nuestras progenitoras o de las mujeres en general.
Otro sector social, considera que la prostituta es básicamente una víctima, bien de las circunstancias (mujeres pobres, con traumas infantiles o víctimas de violencia sexual en una etapa temprana de la vida) bien de la maldad de algunos hombres (que las engañan y coaccionan para que ejerzan el meretricio). Lo fundamental desde este pensamiento es salvarlas, quieran o no de esta actividad denigrante que acaba denigrándolas y obnubilándoles la conciencia de manera que no son capaces de pensar qué es lo que más les conviene. Pero en definitiva, en ninguno de los tres casos las prostitutas aparecen como sujeto de derechos y por el contrario son ubicadas por la misma sociedad en una categoría particular de mujer, que queda diferenciada y apartada del resto de “mujeres buenas”. Es la “mala mujer” por excelencia. Una idea que, pese a todos los cambios que se han producido en los últimos tiempos en el terreno de la sexualidad y defensa de los derechos de la mujer, las sigue clasificando y catalogando en función de ésta idea estigmatizante.
Pero preguntémonos, ¿a quien favorece la estigmatización social de la prostituta?. Por un lado a los proxenetas, que facilitan, organizan, "defienden" y, por supuesto, victimizan a la prostituta (Penalizado por el Art. 179º del Código Penal (CP). Por otro lado a los rufianes que se aprovechan de sus ganancias a cambio de “discreción y reserva”, seguridad, habitación, alimentos, conseguirles clientes, etc. (Penalizado por el Art. 180º del CP). A los que promueven el “turismo sexual con adolescentes” (Penalizado en el Art. 181-A del CP). A los “traficantes de personas para ejercer la prostituciòn” trasladando a sus victimas dentro o fuera del territorio nacional (Penalizado por el Art. 182º del CP); finalmente a quienes tienen acceso carnal con adolescentes a cambio de dinero u otra ventaja también penalizado por el Art. 179-A del Código Penal peruano. ¿De que manera los favorece la estigmatización de la prostituta?. Nos olvidamos de ellos y arrasamos contra la mujer prostituta, que no es otra cosa que la víctima del delito de estos delincuentes; es decir indirectamente “despenalizamos” los delitos de proxenetismo, rufianismo y trata de personas y “criminalizamos” la prostituciòn que es una actividad que en nuestro país no se encuentra penalizada.
Los ojos de la sociedad que en general rechazan a la prostituta, no toman en cuenta que detrás de ellas existe toda una organización criminal y mafiosa dedicada a su abuso, degeneración y explotación convertida a nivel mundial en uno de los negocios lucrativos ilícitos de mas rentabilidad. Solo en Madrid – ESPAÑA, la Policía Nacional detuvo entre Enero y Junio del presente año, 518 personas dedicadas al trafico sexual internacional de extranjeras. En su informe de 2005 la OIT calculó que por cada menor de edad obligada a la prostitución, el tratante puede obtener beneficios de 13 mil dólares mensuales, o en caso menos favorecidos 130 mil dólares anuales.
Las cifras siempre son frías e impersonales, pero nos permiten hacernos una idea global sobre aquello a lo que nos estamos enfrentando de manera creciente y alarmante. Sólo en la India se tiene información que entre 270.000 y 400.000 menores están siendo prostituidos en estos momentos, y cada año 3.000 niñas indias son obligadas a prostituirse por primera vez. En Tailandia la situación afecta a 80.000 menores, de las cuales 60.000 no alcanzan los 13 años de edad. En Indonesia el 20% de las mujeres explotadas sexualmente son menores de edad. La realidad es que la mayoría de los niños y niñas explotados termina muriendo de SIDA, tuberculosis u otra
s enfermedades como consecuencia de las relaciones que son obligadas a mantener. En las grandes potencias mundiales como Estados Unidos y Canadá se prostituyen en la actualidad cerca de 100.000 menores (20.000 en la ciudad de Nueva York).
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que 500.000 personas en la Argentina estarían siendo involucradas en la trata de mujeres y el tráfico sexual de menores. No tenemos estadísticas nacionales para comentar lo que podría estar sucediendo en el Perú, pero los resultados de una investigación realizada por el Instituto de Estudio por la Infancia y la Familia (IDEIF) revelan que en el año 2003, aproximadamente 1.500 niños fueron victimas de los traficantes de personas, este estudio señala que el 60% de los niños traficados son mujeres y de esa cantidad la mayoría niñas de 12 a 17 años que finalmente acaban inmersas en la prostitución infantil, pornografía y en el cada vez más frecuente mercado del turismo sexual de niñas y adolescentes. Por otro lado, lo que si podríamos afirmar en base a nuestras investigaciones es que en este momento hay cientos de chicas que en algún lugar del país están siendo sometidas a la prostitución contra su voluntad y que fueron separadas o inducidas a huir de sus hogares. El fin es “la esclavitud” para la prostitución, y este negocio existe porque hay una fuerte demanda a pesar que el acceso carnal con menores de edad constituye un delito sancionado con pena privativa de libertad de hasta seis años. Convencer a una chica para que se prostituya no es fácil, requiere muchos recursos y una logística particular. Las pistas que nos deja la desaparición misteriosa de muchas jóvenes adolescentes nos podrían dar indicios de este fenómeno. Convencerlas para que se alejen de la prostituciòn tampoco es fácil, concientizadas por los proxenetas y rufianes que las iniciaron en estas actividades, tienen el convencimiento que serán victimas del rechazo de la sociedad y que no podrán trabajar en otra cosa.
Una de las actuales formas de captar chicas para prostituirlas es a través de Internet, publicando previamente direcciones de correo electrónico en anuncios de avisos clasificados como si fueran ofertas de empleos para señoritas, las jóvenes que contactan con los criminales, reciben como respuesta el ofrecimiento de un trabajo fácil y lucrativo como “damas de compañía” por horas, con reserva y discreción, en locales especiales, sugiriendo la posibilidad de ganar mas dinero dedicándose a tiempo completo a esta actividad para lo cual ofrecen hospedaje, alimentación vestido, movilidad y todo tipo de facilidades y comodidades, como tiempo para dedicarse al estudio, etc.; otro grupo de proxenetas responde estos correos, ofreciendo trabajo en otras provincias del país de manera que “trabajen” con mas libertad y puedan enviar dinero a sus hogares sin mayor problema. No importa la edad. No tienen ningún inconveniente en concertar una cita de inmediato ni de proporcionar un teléfono celular para el contacto con mayor facilidad. Producido el enganche, las victimas son inducidas a huir de sus hogares cuando son menores de edad. Generalmente se les altera su identidad con documentos falsos cuando aún son adolescentes, ya que ante una incursión policial pueden alegar que son mayores de edad y que están prostituyéndose por voluntad propia. En los recintos donde son albergadas o prostituidas, son sometidas a torturas psicológicas, inclusive físicas, son objeto de penalidades económicas cuando el cliente se queja de sus servicios, son concientizadas sobre la utilización de su cuerpo como instrumento del “trabajo de prostitutas” que realizan y entrenadas para tratar a los hombres como “clientes” a quienes deben brindar un “buen servicio” a cambio del pago que se les hace.
Para terminar es importante tomar en cuenta en términos generales que para abordar esta temática no se debe pensar en un mundo fácil de goce y placer, que es la figura que socialmente se tiene de la prostitución femenina. Por el contrario se debe pensar en un mundo cruel, donde la violencia y la total falta de consideración por la condición humana de una persona agudizan un estado general de abandono y postración en vida de estas personas, que deben correr un sinnúmero de riesgos para subsistir, soportando vejaciones y humillaciones de una sociedad que las segrega y estigmatiza, asociándolas generalmente con el crimen y la vida disipada e irresponsable. Quienes entonces son los que se lucran con la prostituciòn?: Proxenetas, Rufianes y Tratantes de Personas. La prostituciòn, es indudablemente una situación lamentable pero no puede ser considerada un delito, no teniéndose por tanto justificación para considerar a la persona prostituida con desprecio y odio. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) sostiene que las ganancias del tráfico de personas para prostituirlas es hoy un poco inferior al comercio ilegal de drogas y está por encima de la venta de armas.
(*) El autor es Coronel PNP – Abogado – Docente Universitario. Su mail: brayan1998_20_12@hotmail.com . Trujillo, Perú. Septiembre de 2006.