Sumario: Introducción; Historia de esta marginalidad; Historia argentina de la emigración; Poblar el nuevo mundo; Origen del sistema penitenciario; Subcultura carcelaria; Proximidad a recuperar la libertad; La realidad siempre supera la ficción; La privación de la libertad no es la única manera de penar; Conclusión; Bibliografía; Notas.
Utilizando el encierro que genero la pandemia, se intentará explicar cómo se vive en un penal. Para ello se hará un paralelismo de la vida carcelaria con la serie El Marginal. Se explicarán los orígenes de la cárcel, su estructura, su función, sus códigos y el por qué de su existencia. Luego, a través del experimento de la cárcel de Stanford explicaré lo infructuoso que resulta el encierro, la fantasía de la inserción social y la corrupción que sólo justifica la cárcel.
Introducción
Coronavirus, resume la idea de empatía que busco. Es decir que todos y cada uno estamos viviendo en carne propia lo que produce el maldito encierro. La pausa en nuestra vida. Todo esto seguramente nos servirá para ver las cosas desde otro punto de vista. De revalorar y repensar el mundo tal cual lo conocemos.
La idea de este trabajo fue mostrar un escenario para muchos ajenos pero para hoy conocido por todo el mundo. Lo fantástico de este escenario es escribir sabiendo que todos en algún lugar van a entender de qué estoy hablando.
Como afirma Howard. S. Becker, resulta honesto manifestar desde la óptica que se realizó esta investigación: la prisión desde el enfoque de una abogada independiente que visita unidades penitenciarias bonaerenses y observa las carencias de las mismas, las irregularidades, las corrupciones y sobre todos la marginalidad en que viven los internos. Asimismo, formo parte de la Comisión Veedora del Sistema Penitenciario Bonaerense del Colegio de Abogados de San Martín Provincia de Buenos Aires.
En esta historia existen tres verdades: la brindada por el detenido, la contada por los empleados del sistema penitenciario y la del Director del Servicio. Como toda historia, contada por los distintos eslabones de una unidad de mando, la del escalafón más bajo es la más creíble, porque no tiene nada que perder. Este análisis, toma como punto de observación justamente al interno.
El análisis realizado se desempeñó a las sombras de los investigadores Goffman y Becker, quienes realizaron análisis empíricos, observando una población determinada, en un momento determinado.
Como puntos de análisis he elegido la serie El marginal (serie basada en la vida en prisión), situaciones vividas y escuchadas en mi realidad laboral; la cuarentena del coronavirus mundialmente impuesta y la película basada en hechos reales, “El experimento”. De este cuarteto intentaré que lleguemos a alguna conclusión.
La serie El marginal tuvo una importante audiencia. Quizás, el éxito radica en la intriga de saber que pasa, cómo viven, quienes son los sujetos tras el muro. Estos sujetos que la sociedad considera peligrosos y deben ser encerrados. Buscando utópicamente su reinserción social.
El diccionario de la real academia, describe la palabra marginal como, relativo de una persona o de un grupo: que vive o actúa, de modo voluntario forzoso, fuera de las normas sociales comúnmente admitidas.
El formato utilizado en el logo del programa, también refiere a los días tachados por los presos contando su ansiada salida. La prisión lamentablemente se transforma en un resistir, en un sobrevivir, hasta que la muerte o el cumplimiento de condena ponga fin a ese padecimiento.
Este conteo lo escucho constantemente en las redes, en la tele y en la radio. Hola este es mi segundo, tercero.. un décimo día de cuarentena… Como mencioné en el inicio de este relato hoy se entiende la necesidad de conteo de días de encierro. No sé si por saber cómo nos sentimos, cuanto aguantamos, cuanto nos queda o un poco de todo eso.
A medida que pasan los días las paredes se vuelven más frías. Los silencios más agudos. La cabeza más enemiga. Las distancias más eternas. Los dolores más intensos. Las felicidades más remotas. Y la libertad más ansiada, más lejana, más triste de no haberla valorado.
Es verdad que la libertad hasta hace unas semanas no era conocida por muchas. El grueso de la población no hubiera sentido esa fibra que te desacomoda el alma cuando no está. Sólo podría asegurar que aquellos que viajaron lejos o por mucho tiempo, aquellos que padecieron algún tipo de adicción, alguna relación toxica, o los que estuvieron privado de ella voluntaria o involuntariamente… Estoy segura que hace unas semanas no todos le hubieran dado este valor a ella. Pero si, hoy todo el mundo está preso, estamos todos tras unos fríos muros. Por suerte para algunos las prisiones no son tan caóticas, tan feas o pequeñas e incluso pudieron encerrarse con sus seres amados. O al menos con aquellos con quienes deberían querer encerrarse.
El primer síntoma es cómo llegamos acá. Las autoevaluaciones, la culpa de la sociedad de terceros. Luego la tristeza, la desolación, el llanto y la desesperación.
Cuántos de ustedes se sienten presos de sus vidas? Hoy sin nada más que hacer que estar ahí con esa familia que elegiste, con ese individuo que prometiste amor eterno. Eterno? Dale, la eternidad es un montón. Como somos presos de nuestras palabras.
Que difícil escucharnos todo el tiempo. La cabeza no para. No podemos parar de cuestionarnos. De cuestionar al otro, al mundo entero. Qué difícil es que nos paren la pelota, que el mundo se ponga en pausa y vos ahí de espectador y protagonista de tu propia película.
El punta pie inicial será la etimología de la palabra “marginal”. Continuando, con un enfoque histórico de esa segmentación social. Al analizar los orígenes del capitalismo y ahondar sobre sus discursos criminalísticos, se intentará entender ¿Porque el mundo capitalista necesita una marginalidad social?
Posteriormente, se hará referencia al origen de las cárceles, su evolución y actualidad. Atreves de la serie “El marginal”, se analizará estas sociedades intra-muro, con las particularidades que desarrollan. Su lenguaje, las clases sociales, el ingreso y el egreso. Tratando de entender si las condiciones que ofrece el sistema permiten o no, la reinserción social de los internos. Teniendo en consideración el momento social en el cual nos toca vivir, remitiré a las sensaciones propias como así también a las contadas respecto del encierro.
Para este último interrogante; tomaré como dato empírico, el experimento psicológico social, de la cárcel de Stanford, película “El experimento”, a los fines de comprender que pasa con el ser humano al ser encerrado.
Historia de esta marginalidad
Retrotrayéndonos en el tiempo encontraremos los indicios de esa marginalidad. Tomando como punto de partida el capitalismo. No podemos afirmar que este fenómeno fue netamente europeo, toda vez que, se extendió por América y África, expropiando tierras, materia prima y valiéndose de mano de obra esclava. Argentina, fue uno de los lugares que contribuyó a esta acumulación de capital. Nuestro país tuvo un rol marginal en esa etapa de la historia, que hasta la actualidad la mantenemos.
Historia Argentina de la emigración
Los campesinos, fueron expulsados de sus tierras y obligados a emigrar a las ciudades a los fines de buscar maneras de subsistir. Esta “cuestión social” abarcó un número variado de problemas como la falta de vivienda, de salud pública y la criminalidad urbana (aspecto estudiado por diversos autores como Ricardo Salvatore y Daniel Cesano, entre otros, en el caso argentino[i]).
Apareció una fuerte relación construida entre peligrosidad y pobreza material. La peligrosidad designó a individuos que se encontraban en condiciones sociales y económicas desfavorables[ii].
El poder punitivo, en manos de unos pocos, reprimía todo lo que afectase la actividad extractiva de metales o productora de materia prima o pusiera en peligro a la autoridad colonial[iii].
Como veremos, existe una relación intrínseca entre la política y la criminalidad. Las clases dominantes demandan a la criminología una necesidad de control y subordinación sobre los estratos sociales inferiores.
El positivismo argentino, en vista de legitimar el poder y la represión, se valió de un discurso médico-policial. El poder punitivo como elemento verticalizador debe crear un enemigo[iv] a los fines de defender a la sociedad de ese peligro. En ese momento fue el indio, el pobre, el inmigrante; pero él mismo muta a lo largo de la historia y del lugar (los judíos, los negros, los árabes, los terroristas, la droga, el comunismo internacional, los sifilíticos, la degeneración, los gay, los trabestis, etc.).
La criminalidad es funcional al discurso ordenador de la sociedad, como práctica política.
H. A. Frégier, jefe policial de la zona del Sena, publica en 1840 un libro que fue premiado por la Academia de Ciencias Morales. El libro analiza, según observaciones positivas, cuáles son los elementos que componen, en París o en cualquier otra gran ciudad, esa parte de la población que forma una clase peligrosa por sus vicios, su ignorancia y su miseria; indica los medios que pueden emplear la administración, la gente rica o acomodada, los obreros inteligentes y trabajadores, para mejorar a esta clase peligrosa y depravada.
La Academia presuponía que la clase peligrosa y depravada era la de los obreros no inteligentes, ni trabajadores, características derivadas de vicios, ignorancia y miseria[v].
Comienzan a perseguirse y penarse duramente a estos “marginados” sociales.
La categorización “mala vida” en la revista Archivos[vi] respecto de ciertas conductas marginales que no eran ni delitos ni locura no operó sólo a nivel discursivo, sino que se implantó y formó parte de los discursos de pericias médicas en ámbitos policiales, judiciales y penitenciarios. Es decir, tuvo efectos materiales. Término que apareció para legitimar diagnósticos clínicos, para explicar cómo el examinado estaba ligado a su vida al margen de la ley[vii].
Eusebio Gómez, atribuye a la inmigración de razas que llevan el sello de la criminalidad más alta de la tierra los males a Buenos Aires, donde afirmaba que llegan los parásitos sociales y la escoria de la sociedad, junto a delincuentes llegan los fronterizos o criminaloides, adhiriendo a las palabras de De Veyga que los llamó auxiliares del vicio y del delito[viii].
Poblar el nuevo mundo
La mirada investigadora de los médicos, hacia los cuerpos, gestos y vestuario de los que circulaban por la ciudad se convirtió en una forma de demarcar la honestidad de la criminalidad, porque “en la vida social un desconocido es objeto de curiosidad y de desconfianza. Ese desconocido puede ser una persona honesta como una persona peligrosa. Pero el primer pensamiento le es contrario, exige (…) una inspección disimulada (…) Nada hay más terrible para un hombre que ser sospechado, confundido con otro, envuelto en la sombra de un crimen sin ser delincuente.”[ix].Ser vagabundo era uno de los delitos más penados. Gómez les atribuye una herencia morbosa y por ello los considera poseedores de la potencialidad necesaria para llegar al delito.
Siempre se diferenció la dicotomía de lo “malo” y lo “bueno” en referencia a lo “feo” y lo “lindo”. Desde los demonólogos hasta nuestros días. Los “feos” siempre fueron “sospechosos”, porque siempre se buscó en el cuerpo la marca visible del alma.
Desde que somos pequeños se nos muestra a las princesas y príncipes, rubios, con cabellos rizados, con bonitos atuendos, en palacios hermosos, bondadosos y lleno de atributos anhelados. En la vereda opuesta se encuentran los malos, quienes siempre son feos, de tez oscura, viviendo en la oscuridad o en los suburbios, llenos de odio, envidia y resentimiento.
Esta estigmatización, este juzgamiento por características físicas –propio del positivismo- lo arrastramos hasta nuestros días. El famoso “olfato policial”, condena a los distintos, ese grupo marginal, ese enemigo que va mutando a medida que cambia la sociedad.
La serie muestra a cada personaje con particularidades bien marcadas. Basta ver este zoológico humano carcelario para corroborar lo afirmado: en primer lugar no hay ningún rubio, son todos morochos (el bien es rubio el mal es oscuro). Hay un enano, un gordo, un ciego, un paralitico, cada uno de los internos tiene una característica resaltada. Ninguno de los internos es “lindo”, la fealdad, buscada y exagerada por el productor, muestra esa búsqueda[x].
El único rubio oxigenado es el personaje encarado por Diosito, que apodo particular no? El rubio oxigenado lleva un apodo tan particular. Es un personaje inocente, que parece tener buenos sentimientos y poca maldad en comparación con su hermano Borges. En varios diálogos entre ellos se lo escucha al hermano mayor adoctrinar a su pollo, explicando que el trabajo de todo el día por unos míseros pesos no es para ellos, que el traje y la oficina tampoco y acto seguido le endulza la oreja con algún negocio millonario el cual los hará salvar. Siempre es un último golpe, esa necesidad de salvarse para siempre. Pero nunca funciona así.
Ocurre lo mismo con los jugadores en la ruleta o cualquier otro juego de azar, pero la ambición es tan grande y las probabilidades que todo salga tan perfecto como lo planearon es tan baja que generalmente sale mal. El famoso golpe de tu vida, el robo o crimen perfecto no existe.
Esta fealdad es consecuencia de las condiciones de falta de higiene, de recursos económicos y mala alimentación, por las que atraviesan estos grupos sociales.
Estas características fueron teorizadas y analizadas por Lombroso, en su libro L’uomodelinquente, que fue perfeccionando y aumentando en sucesivas ediciones hasta 1900, cuya edición culmina con un “atlas”, que muestra una enorme colección de gente fea, realmente horrible, y en algunos casos caricaturesca.
El positivismo lombrosiano tuvo una importante acogida en Argentina. Luis María Drago, publica en 1888 Los Hombres de presa, basada en la doctrina del positivismo italiano, obra que fue traducida en Italia con prólogo de Lombroso con el título Il Criminali nati.
Por otro lado, la serie muestra realmente a la cárcel como una empresa. Cada uno tiene su negocio ahí dentro.
Están quienes manejan las habitaciones en el patio, el ingreso de comida o bebida, como así mismo de estupefacientes y prostitutas. Por su parte, se muestra la colaboración de los integrantes del Servicio Penitenciario, desde los guarda cárcel, que por unos pesos desaparecen y hacen la vista gorda, que dejan ingresar objetos prohibidos, que cobran por cada favor y así, en la pirámide vertical llegamos a los altos niveles, como ser el Director del Penal, el famoso “Antin” (corrupto, mal hablado, atento a cada negocio sucio que puede recibir una tajada).
El famoso patio es la población de los penales. Cuando entran los mandan para ahí. Si se quiere es un limbo en el penal. No hay distinción de delitos, de condenados o con preventiva, de reincidentes o debutantes en esa jaula entran todos. Y como toda jaula sobrevive el más fuerte.
Lamentablemente ocurre que hay que pagar para tener un buen lugar. Ojo no nos imaginemos un lindo somier con luz natural y baño privado. Con las mejores de las suertes se encuentra una celda compartida con un colchón casi tan alto como un alfajor. La humedad, la falta de higiene y la carencia de luz natural vienen de yapa con el servicio penitenciario.
Después está la venta de alimentos y bebidas. Pero en la realidad como toda sociedad primitiva domina el trueque.
La sociedad es bien piramidal: en la cúspide, el Director del Penal quien vigila al preso que domina la cárcel por dentro (el más malo, el jefe, Borges, el Sapo, Coco) y cada sector continúa respetando este liderazgo. La serie muestra como dejan la vida para sustituir a las cabezas y así obtener beneficios. Los motines, los incendios, los enfrentamientos a mano armada y los sumarios armados entre los penitenciarios para escalar en la cúspide del poder.
Origen del sistema penitenciario
Los inicios de las cárceles en Europa y Estados Unidos son totalmente referencial a su historia. Nuestro caso, claramente tiene sus particularidades. Un pueblo conquistado por europeos, de quienes luego de mucha lucha nos independizamos, pero sin embargo siempre quisimos pertenecer a sus raíces. No seamos hipócritas y neguemos que los argentinos, al menos en su mayoría, nos llena de orgullo decir que tenemos sangre italiana, española o francesa. Cuántos decimos, mis ancestros eran tobos, guaraníes, quechuas u onas? Esas raíces fueron arrancadas y tristemente escondidas.
Pese a la independencia todo se exportó. El modelo económico, político y social. Nuestro sistema jurídico es europeo en oposición al sistema anglosajón conocido como common law. La diferencia radica en la principal fuente de derecho para cada sistema. El primero se basa principal y exclusivamente en la ley mientras que para el segundo lo fundamental es la jurisprudencia, la cual es obligatoria para todos los jueces.
Sin perjuicio de lo expuesto, el modelo de nuestra constitución no fue europeo sino la Constitución de los Estados Unidos. Y del mix de un sistema europeo con una constitución anglosajona nacen las incongruencias que existen en nuestra realidad.
De correlato con las leyes de las indias para que exista una ciudad se debía nombrar un “Cabildo”[xi]. Mientras que los puestos tales como virrey o gobernador eran nombrados por la Corona de España, las autoridades del Cabildo eran designadas por los habitantes de la ciudad y a ellos representaban. Dentro de sus funciones, se encontraba la administración de justicia. Así se fueron creando celdas para alojar a los reclusos.
Para ese entonces los delitos más comunes eran los robos de gallinas, caballos y trigo. Pero así mismo se penaba a quienes realizaban propuestas de casamiento y no la llevaban a cabo.
Entre 1776 y 1800, durante las primeras décadas del Virreinato del Río de La Plata, la cárcel osciló entre los 33 y 130 encarcelados. El hacinamiento, la proliferación de enfermedades, el hambre, el frío formaban parte de las condiciones de detención.
En 1877 se creó la Penitenciaría Nacional. Las celdas estaban distribuidas en dos pisos y cada sector contaba con cocina, lavadero y talleres. Existían patios designados a la agricultura. Su principal objetivo era el aprendizaje e incorporación de oficios, con régimen de disciplina estricto. Se adoptó el sistema auburniano y filaldélfico que consistía en el aislamiento en celdas individuales por las noches con estricto silencio y el trabajo en los talleres y mantenimiento durante el día.
Esta nueva clase social, expulsada por el capitalismo, no era más que una masa de desocupados que debía ser puesta a trabajar.
Es así que se crean instituciones que reclutaba a estos individuos a los meros fines de reformarlos por medio del trabajo y de la disciplina. Y no se debe olvidar, como anota Marx, que este nuevo proletariado, de muy reciente formación es muy renuente a entrar en un mundo de trabajo que le es absolutamente extraño, cual es la manufactura[xii].
Estas instituciones o casas de trabajo, que proliferan en la Europa del XVII, tenían condiciones pésimas de trabajo, sueldo ínfimos –si existían- y estricta normativa, cumplían una doble función: una prevención general, porque hacía que las personas que gozaban de su libertad, no quieran terminar en estas casas de trabajo o cárceles, por lo cual aceptaban las monedas que les ofrecían por sus trabajo y consecuentemente aumentaba la acumulación de capital.
La acumulación primitiva consistió en una inmensa acumulación de fuerza de trabajo —«trabajo muerto» en la forma de bienes robados y «trabajo vivo» en la forma de seres humanos puestos a disposición para su explotación— llevada a cabo en una escala nunca igualada en la historia. De forma significativa, la inclinación de la clase capitalista durante los primeros tres siglos de su existencia, estuvo dirigida a imponer la esclavitud y otras formas de trabajo forzado en tanto relación de trabajo dominante, una tendencia limitada sólo por la resistencia de los trabajadores y el peligro de agotamiento de la fuerza de trabajo[xiii].
Conjuntamente con el capitalismo, la sociedad atraviesa otros sucesos históricos que implicarían un cambio de paradigma. El iluminismo, comienza a analizar las causas de la delincuencia. Por otro lado, se dificultaba la producción penitenciaria a causa de la revolución tecnológica en la producción libre, que volvió a la primera cada vez menos competitiva en comparación con la segunda. La hora llegó entonces a la penitenciaría como modelo ideal de la sociedad.
Es decir, se pasa de un justificativo económico a uno social.
Puntualmente en el caso de Argentina, la primera cárcel data del año 1608, donde el alcalde, capitán Manuel de Farías, construyó en el Cabildo la Sala Capitular y el primer calabozo. En 1613 se agregaron nuevas celdas y en 1783 se habilitaron otras dos y se alcanzó un total de cinco.
Las condiciones de higiene, sobrepoblación, salubridad eran pésimas, los detenidos carecían de todo derecho humano. Han pasado más de 400 años y la situación no ha cambiado.
Con la llegada de los primeros gobiernos patrios aparecen ciertos criterios humanitarios. El decreto de seguridad individual promulgado por el Primer Triunvirato el 23 de noviembre de 1811 ordenaba: “Siendo las cárceles para seguridad y no para castigo de los reos toda medida que a pretexto de precaución sirva para mortificarlos, será castigada rigurosamente”. Esta tendencia se vio confirmada por el decreto de la Asamblea de 1813 ordenando la quema de los elementos de tortura y prohibiendo la aplicación de tormentos a los detenidos.
Pasaron los años y Carlos Tejedor logró que el estado destinara los fondos suficientes para edificar la primera Penitenciaría modelo de la Argentina, inaugurada por Sarmiento el 28 de mayo de 1877 en calle Las Heras al 3400 (actual Plaza Las Heras) en Buenos Aires.
El modelo carcelario fue el de nuestros conquistadores. El discurso de Tejedor radicaba en la “reinserción del preso”. Este discurso encierra un paradigma de cómo debe ser una “buena” sociedad. En el penal se readaptaría a estos marginales, convirtiéndolos en gente honrada. Gente honrada a los ojos del modelo europeo. Nuestras raíces fueron olvidadas, el capitalismo arrancó todo modelo societario nativo. El hombre honrado era el proletariado, el funcional al sistema capitalista de la acumulación de capital.
Subcultura carcelaria
Luego de realizar un análisis macro de sistema penitenciario me adentraré en un enfoque intra muro, observando que ocurre con esta sociedad seleccionada por el poder punitivo.
Al referirme a esta subcultura, la entiendo como un subsistema cultural dentro de otro más grande: la sociedad civil.
Al ingresar al penal, el interno debe aceptar (por las buenas o las malas) su rol de preso. Se realiza un Phajaan[xiv], donde el hombre es despojado de sus bienes, familias, rutinas –desde lo mínimo e impensable para cualquier normal, como ser horario para ir al baño, asearse o dormir- y golpeado en caso de no obedecer.
Siguiendo a Goffman, podemos observar determinadas características propias de este encierro: primero, todos los aspectos de la vida se desarrollan en el mismo lugar y bajo la misma autoridad única; pegundo, cada etapa de la actividad diaria del miembro, se lleva a cabo de la compañía inmediata de un gran número de otros, a quienes se les da el mismo trato y de quienes se requiere que hagan juntos las mismas cosas; tercero, todas las etapas de las actividades diarias están estrictamente programadas, de modo que una actividad conduce en un momento prefijado a la siguiente, y toda la secuencia de actividades se impone de arriba, mediante un sistema de normas formales explicitas, y un cuerpo de funcionarios[xv].
La serie muestra el denominado patio o villa donde todos los internos conviven aglomerados, careciendo de una intimidad y respondiendo a las órdenes del servicio penitenciario, quienes constantemente resaltan su autoridad de mando, mediante golpes y humillaciones.
Estos destratos son ejercidos verticalmente. Desde el servicio penitenciario hacia los subordinados y desde éstos a los que ocupan los eslabones inferiores en esta infra sociedad. Existe una necesidad constante de corroborar su poder, su mando, su omnipotencia.
La última temporada, muestra expresamente las violaciones de los derechos humanos por parte del Servicio Penitenciario. Violaciones, golpes, encierros, ayunos son moneda corriente en Puente Viejo.
Rutinariamente, son levantados a la misma hora, enviados a ducharse, a realizar los trabajos asignados, almorzar y dormir, todos juntos sin distinción alguna.
El preso sufre un proceso de regresión a una etapa superada de la vida, lo que hace que la prisión parezca una escuela de niños bastante complicada.
Nada de esto estimula la maduración de la persona. Parece algo tan absurdo como vaciar una piscina para nadar[xvi].
El interno, es sometido a una vulneración del yo. Observamos que todos en Don Onofre poseen un apodo (Diosito, Morcilla, Picachu, El Enano, Pastor, entre otros), hasta sus nombres son ultrajados. Su identidad quedo tras las rejas. Y debe adaptarse a esta nueva realidad.
Los castigos más crueles que sufren los internos son superiores a cualquiera que hayan podido soportar a fuera. Los privilegios refieren a la obtención de situaciones que ninguno piensa no tener. El castigo y el privilegio son absolutamente distintos a los que el mundo civil considera.
Garofalo refiere a los ajustes secundarios, que se trata de prácticas, que permiten a los internos tener satisfacciones prohibidas.
La cotidianeidad básica que tiene cualquier persona, desde el horario de despertarse, cuando comer, cuando y con quien tener relaciones sexuales, su heterosexuailidad, su intimidad, es expropiada.
En la primera temporada, en el ingreso de Pastor Don Onofre, se pueden observar “las reglas” de esa sociedad: todo es un negocio, desde el lugar donde el interno se va a alojar, por el cual debe pagar, hasta el evitar ser víctima de abusos sexuales. Estos “precios” son saldados, con dinero que proveen los familiares desde afuera, mercadería o en ocasiones (como muestra una escena) con sexo de los familiares de los mismos compañeros.
Esta es la pequeña industria del preso, podríamos parafrasear y denominarla micro economía carcelaria, siendo la macro economía los fabricantes de prisiones y dispositivos de seguridad. No olvidemos que todos los negocios dentro del penal, son habilitados y gerenciados por el mismo Servicio Penitenciario.
Una administración carcelaria corrupta hace del preso un pequeño negocio mediante el tráfico de elementos prohibidos, en particular tóxicos, práctica que se conoce desde el siglo XIX. Con mayores niveles de corrupción puede llegarse al extremo peligro de que introduzcan armas de fuego.
Las clases sociales son divididas en: “la villa” o “el patio”, el escalafón más bajo, los “pabellones” donde existen ciertos beneficios, como ser celdas compartidas con pocos internos y el “sector vip”, donde se encuentran quienes gobiernan el penal, en este lugar existen televisores, internet, acceso a prostitución y cualquier vicio pensado. Este sector, está a cargo de la venta de estupefacientes, comida, bebida y todo comercio que convive en ese lugar. Esta última categoría está acordada, protegida y avalada con el Director del Penal, quien recibe el mayor porcentaje de las ganancias realizadas.
Así observamos cómo se forma esta nueva sociedad.
Poseen un lenguaje propio (lenguaje tumbero). Que los identifica como sociedad. El vocabulario dentro del penal, resulta ser vulgar, con terminología propia. Hay terminologías propias de los internos entre sí, para no ser entendidos por los guardias y viceversa.
El lenguaje es factor de identidad, trasciende lo lingüístico y engloba varios aspectos.
El contexto particular en el cual se encuentran estos individuos, conforman un contexto de cultura en el cual se asumen nuevos paradigmas en el sistema valorativo. Los sistemas tradicionales de valores particulares socializan y dan vida a uno nuevo.
La distinción más importante entre el hombre y los animales, radica fundamentalmente en la capacidad de abstraer, de pensar, en ejercitar la memoria de manera proyectiva. En esta distinción, el lenguaje interviene de manera determinante en la puesta en funcionamiento de sus códigos y símbolos. En el desarrollo de la mediación del lenguaje circulan los productos de la cultura, de los cuales se apropian los usuarios, de acuerdo con sus necesidades, con sus conocimientos (saberes) e intereses particulares y con la capacidad de asimilación.
Si la estadía del interno es larga, puede ocurrir lo que se ha denominado “desculturación”; o sea un desentrenamiento que lo incapacita “temporalmente” para encarar ciertos aspectos de la vida diaria en el exterior, si es que vuelve a él y en el momento que lo haga[xvii].
Proximidad a recuperar la libertad
Al momento de recuperar la libertad sus miedos se vuelven cada vez más intensos. Como pudimos observar, al ingresar al penal debe hacerse respetar, lograr un reconocimiento por sus compañeros y adaptarse a esta nueva sociedad.
Ese status que lograron en el penal y más si hace varios años que se encuentra allí no lo tendrá afuera. Nuevamente deben adaptarse a una sociedad que les es ajena. Los fantasmas referentes a la estigmatización social respecto del ex convicto, son enormes. Nunca volverá a pertenecer al mismo eslabón social que pertenecía antes de ingresar al penal y deberá volver a ser aceptado en el mundo real.
La serie nos muestra, en la primer temporada este problema en el capítulo donde verruga, un anciano que estuvo detenido 20 años, se suicida al momento de salir, explicando su miedo al afuera.
La incertidumbre del estigmatizado surge no solo porque ignora en qué categoría será ubicado, sino también, si la ubicación lo favorece, porque sabe que en su fuero interno los demás pueden definirlo en función de su estigma[xviii].
Como señala Goffman, los normales, construimos una teoría del estigma, una teoría para explicar su inferioridad y dar cuenta del peligro que representa esa persona, racionalizando a veces una animosidad que se basa en otras diferencias, como por ejemplo la de clase social.
La realidad siempre supera la ficción
Si bien, la labor realizada radica sobre una representación de situaciones que ocurren en un penal, pudimos observar que muchos de los imaginarios colectivos son reales o incluso peores de lo que Doña Rosa imagina.
No debemos olvidar que la fundamentación de la pena privativa de libertad radica en la reinserción social (art. 1 de la Ley 24.660). Ahora bien, ¿faltan pruebas para demostrar que esos lugares lejos están de resocializar a un individuo?
No me atribuyo la originalidad del interrogante. Toda vez que se han realizado importantes investigaciones con la misma pregunta.
El experimento de la cárcel de Stanford[xix] es un conocido estudio psicología acerca de la influencia de un ambiente extremo, la vida en prisión, en las conductas desarrolladas por el hombre, dependiente de los roles sociales que desarrollaban (cautivo, guardia). Los roles fueron escogidos aleatoriamente, y se les ofrecía una paga por el tiempo de cautiverio. La única pauta fue no ejercer violencia. Se les pidió a los guardias, que dirigieran la cárcel de la forma que ellos creyesen oportuna, con todo lo que ello supone.
Al segundo día el experimento todo salió de control. Quienes cumplían el rol de prisioneros, hicieron un motín; por su parte los guardias, comenzaron a reprimir con prácticas cada vez más crueles, como obligar a algunos prisioneros a dormir en el suelo de hormigón, desnudos, castigos en forma de ejercicio físico forzado e incluso tener que limpiar retretes con las manos desnudas. Situaciones que vimos representadas en “el marginal”.
El experimento refleja, la excitación que les generaba a los guardias el poder sobre sus súbditos y la impotencia he ira que generaba en los internos el abuso de poder.
No podemos negar que al enjaular a los seres humanos y despojarlos de sus vidas, su cotidianeidad no se diferencia a la de los animales. Donde el más fuerte avanzará sobre el más débil, la ley de la selva gobierna sus vidas.
En aquel experimento, no se indicaron pautas de acción, cada cual debía cumplir su rol. Y a sabiendas que eran observados, que aquello era una manera de obtener dinero, sus instintos animales florecieron automáticamente.
La privación de la libertad no es la única manera de penar
Existen otras alternativas a la prisión, más aún cuando los penados no poseen condena firme. La mayor cantidad de internos en las penitenciarías bonaerenses, corresponde a personas que se encuentran en prisión preventiva, aguardando su sentencia. Pero, estas medidas, como ser la morigeración de la prisión preventiva, son rechazadas insipientemente en los juzgados, con el principal fundamento de la famosa “pena en expectativa”, lo cual incurre en un prejuzgamiento y en una vulneración de garantías constitucionales.
El aparato judicial, perseguido e influenciado por los medios de comunicación que constantemente, afirman la necesidad de “prisionizar”, de que los delincuentes entran por una puerta y salen por otra, cautelarmente aprisionan a estos marginales, haciendo caso omiso a sus derechos, olvidando que la prisión preventiva no es la regla sino la excepción.
Estas llamadas medidas cautelares, expresión tomada del proceso civil, es un claro eufemismo, que siempre es una forma del lenguaje encubridor, propio de todo poder punitivo de modelo inquisitorial; Spee lo hacía notar, cuando los inquisidores llamaban confesión voluntaria a la que prestaba la mujer después de haber sido colgada y descoyuntada, y no voluntaria solo cuando se aplicaban otras torturas. Los nazis usaban términos como tratamiento especial, alejamiento, internación especial, limpieza, solución. Nosotros escondemos la pena sin condena como medida cautelar[xx].
Conclusión
Considero que la cuarentena, nos llevo a todos a padecer lo que es el encierro, por lo cual este trabajo puede ser entendido con otra empatía. En los años que llevo de profesión escasas veces vi empatía por parte de algún sujeto hacia los privados de la libertad. El famoso “algo habrán hecho” justifica a lo Maquiavelo todo.
El inicio de esta obra fue la palabra “marginalidad”, segmentación realizada por el capitalismo. La famosa acumulación de capital, no es un fenómeno mágico, implica el enriquecimiento de unos pocos debido a la explotación laboral y la expropiación de riquezas de un grupo social. A los fines de legitimar estos actos el capitalismo, detentador del poder punitivo, utilizó discursos criminalisticos.
El origen de las cárceles, fue instruir laboralmente a esta nueva clase social “el proletariado”. Ponerla a trabajar y que genere capital. Con el avance industrial, esa finalidad mutó. La justificación económica pasó a ser social, reeducar a esta masa de inadaptados.
La presencia del enemigo, legitima al poder punitivo. El estado necesita justificar imperiosamente, su funcionalidad y su existencia. A través de la implantación del miedo en la sociedad, crea una necesidad de protección ante este enemigo, creado, caracterizado y segmentado por el mismo poder punitivo.
El capitalismo se nutre de esta marginalidad, si no existiera, no habría acumulación de capital y ello sería el fin de la sociedad tal como hoy la conocemos.
Sin perjuicio de lo expuesto, la justificación del encierro radica en la famosa reinserción social. La cual, resulta ser una gran falacia del mundo occidental. Los detenidos conforman una subcultura, con normas, lenguaje, valores, conductas opuestas a la sociedad tras las rejas.
Son despojados de sus nombres, de sus familias, de sus rutinas, de sus obligaciones, conducidos como “hombres en serie” a una nueva realidad. Donde son humillados, discriminados, expropiados de cualquier derecho humanitario y allí en ese contexto, en esas condiciones inhumanas se busca reinsertarlos a la sociedad.
El experimento de la cárcel de Stanford, demostró empíricamente que ocurre con los humanos si se los encierra. La ley de dominación del más fuerte sobre el más débil, gobierna la escena. Los instintos animales cobran protagonismo. El experimento no sólo analiza a los detenidos, sino también a la autoridad que los controla.
Hoy en día, existen otras alternativas a la prisión, como se mencinó en la parte final de este ensayo. Pero las mismas no son utilizadas prioritariamente como, a mi entender debería ocurrir.
Sinceramente, desconozco cuál sería la alternativa a la prisión tal como hoy la conocemos. Pero claramente es un instituto obsoleto de nuestra sociedad.
Sin embargo, las cárceles siguen existiendo, la utopía de la reinserción social sigue presente. Que más necesitamos para comprender que encerrar a humanos como ratas de laboratorio, sólo genera violencia, escuelas delictuales, degradaciones humanas, profanaciones de la identidad, entre otras realidades.
Bibliografía:
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- · Zafaroni Eugenio Raul, La cuestión criminal, Editorial Planeta, tercera edición, Buenos Aires, 2012.
- · Zafaroni Eugenio Raúl, Presentación al libro de Eusebio Gómez: La mala vida en Buenos Aires, Ediciones Biblioteca Nacional, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2011.
- · Zafaroni Eugenio Raúl, Prólogo del libro de Eusebio Gómez: La mala vida en Buenos Aires, Ediciones Biblioteca Nacional, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2011.
- · Zaffaroni Eugenio Raú, Criminología Aproximación desde el margen, Editorial L Temi S. A . Bogotá – Colombia 1988.
Referencia páginas web:
- · http://historiaybiografias.com/carceles1/
- · http://www.monografias.com/trabajos13/relaleng/relaleng.shtml
- · https://www.youtube.com/watch?v=Je2_91raX40
- · http://www.matiasbailone.com.ar/publicaciones/librozaffaroni.pdf
- · https://hipertextual.com/2015/03/experimento-de-stanford
Notas:
[*] La autora, Romina Moccia, es abogada especializada en Derecho Penal UBA
[i] Caimari Lila, La ciudad y el crimen. Delito y vida cotidiana en Buenos Aires, 1880- 1940, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2009, pág. 208.
[ii] Dovio Mariana Ángela, La peligrosidad en la “Revista de Criminología, Psiquiatría y Medicina Legal”, Derecho Penal y Criminología, Buenos Aires 1924-1934, Año IV, Nº 04, Mayo 2014, pág. 44/45.
[iii] Zaffaroni Eugenio Raúl, Criminología Aproximación desde el margen, Editorial L Temi S. A . Bogotá – Colombia 1988, pág. 62.
[iv] En las palabras de Zaffaroni, es imposible la incorporación del término “enemigo” en el derecho penal, salvo que se pretenda el aniquilamiento del Estado de Derecho y su remplazo por la versión absolutista y totalitaria del mismo. “La admisión jurídica del concepto de enemigo en el derecho (que no sea estrictamente de guerra), según el autor, siempre ha sido lógica e históricamente el germen o primer síntoma de la destrucción autoritaria del Estado de Derecho.
[v] Zafaroni Eugenio Raúl, Prólogo del libro de Eusebio Gómez: La mala vida en Buenos Aires, Ediciones Biblioteca Nacional, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2011, pág. 5.
[vi] Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines en la ciudad de Buenos Aires, entre 1902 y 1913, una de las publicaciones periódicas con más prestigio de la época en el ámbito criminológico argentino. Por ella desfilaron los representantes más relevantes de la cultura positivista de nuestro país como José María Ramos Mejía, José Ingenieros (director de la Revista Archivos entre 1902 y 1913), Juan Vucetich y Eusebio Gómez, entre otros.
[vii] Foucault, Michel, Clase del 8 de enero de 1975, en Los Anormales, FCE, Buenos Aires, 2008, pág. 32.
[viii] Zafaroni Eugenio Raúl, Presentación al libro de Eusebio Gómez: La mala vida en Buenos Aires, Ediciones Biblioteca Nacional, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2011, pág. 8.
[ix] Areco Antonio, “Los temperamentos humanos” en Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines, Año XII, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, Buenos Aires, 1913, pág. 342.
[x] El actor que interpreta a Diosito, refiere que para el casting se compró una dentadura, simulado dientes rotos , no se bañó por varios días, y se vistió con ropajos y gorrita.
[xi] La Real Academia Española brinda distintas acepciones todas religiosas, pero también lo denomina cabildo insular al archipiélago español de las islas Canarias, corporación local querepresenta a la población de cada isla y gestiona sus intereses. Seguramente este paralelismo fue lo que llevó a denominar Cabildo a los Españoles.
[xii] Melossi Dario y PavariniMassimo, Carcel y fábrica los orígenes del sistema penitenciario (siglo XVI- siglo XIX), Siglo XXI, Editores Argentina S.A., segunda edición española, 2005, pág. 34.
[xiii] Federici Silvia, Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación primitiva, Edición Traficantes de Sueños, 2010, pág. 92.
[xiv] El “adiestramiento” o “domesticación” de elefantes que se lleva a cabo desde hace siglos y que trata, en esencia, de “romper el alma” del animal. Básicamente los pequeños elefantes son separados de sus madres a temprana edad y los atan, los enjaulan y los muelen a golpes durante tres días.
[xv] Erving Goffman, Internados: Ensayos sobre la situación social de los enfermos mentales, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1972, pág. 19/20.
[xvi] Zafaroni Eugenio Raul, La cuestión criminal, Editorial Planeta, tercera edición, Buenos Aires, 2012, pág. 316/7.
[xvii] Erving Goffman, Internados: Ensayos sobre la situación social de los enfermos mentales, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1972, pág. 26.
[xviii] Erving Goffman, Estigma, la identidad deteriorada, Amorrortu Editores, Buenos Aires – Madrid, 2006, pág.25.
[xix] Experimento realizado en 1971, por un equipo de investigadores liderado por Philip Zimbardo de la Universidad de Stanford. Se reclutaron voluntarios que desempeñarían los roles de guardias y prisioneros en una prisión ficticia. Sin embargo, el experimento se les fue pronto de las manos y se canceló en la primera semana.
[xx] Zafaroni Eugenio Raul, La cuestión criminal, Editorial Planeta, tercera edición, Buenos Aires, 2012, pág. 313.