La otra cara de la delincuencia actual Por Juan Pablo Mollo

I- Jacques Derrida afirma en "Ecografías de la televisión" que todo discurso actual es "artefactualidad". Esta figura mixta entre artefacto y actualidad, expresa que la realidad actual no está dada, sino performativamente interpretada por numerosos dispositivos artificiales. Los medios no sólo fabrican la actualidad a partir de la selectividad de la información, sino que imponen una versión de los hechos. Detrás de lo "en vivo y en directo" se oculta la producción de la teletecnología y el etnocentrismo del poder.
Así, virtualidad no puede ya oponerse a realidad como Aristóteles distinguía potencia y acto, sino que, en nuestra época, actual y virtual se ensamblan en una nuevo modo de afectación del tiempo y espacio: el simulacro. Lo que no quiere decir que el sufrimiento, la guerra y la muerte sean ficticios, sino que lo actual no es el presente. (1)

¿Porqué los delitos y la delincuencia son noticia?

II- En su indagación sobre la genealogía del castigo, Michel Foucault en su célebre libro "Vigilar y castigar" se interroga por la vigencia actual del sistema penitenciario, y las razones por las cuales se han abandonado otras tecnologías de poder como fueron el derecho monárquico y las teorías de los juristas reformadores:

a)- En el régimen monárquico el suplicio era un castigo corporal y un ceremonial de soberanía del rey que se celebraba enmarcado como teatro público para la obtención de una verdad. La tortura no era un arbitrario furor sin ley, sino que estaba reglada y constituía una técnica que ponía en correlación el tipo de perjuicio corporal, la calidad de intensidad, los instrumentos utilizados y la duración del tormento con la gravedad del delito. El suplicio desempeña una función jurídico-política, pues el ceremonial de ejecución pública, en manos del verdugo, restaura la soberanía ultrajada por un instante, y pone en evidencia la relación de fuerzas que da su poder a la ley.

b)- A fines del Siglo XVIII surge una nueva forma de castigar, a partir de los juristas reformadores, donde el ceremonial de la pena, es un acto de procedimiento sobre el alma del delincuente para corregirlo. Se establece el procedimiento judicial a partir de códigos exhaustivos y explícitos de leyes que definen los delitos y fijan las penas, apuntando a una individualización del castigo según las características del delincuente. La aplicación de la pena se obtiene como una verdad matemática, no como extraída del cuerpo, sino deducida del procedimiento judicial y con la finalidad de efectuar sobre el sujeto de derecho, una readaptación social por medio del castigo.
En la teoría general del contrato, el castigo penal es generalizable porque el criminal rompe con su acto el pacto social, y paralelamente, surge la psiquiatría positivista pretendiendo cifrar y clasificar todos los comportamientos de ese criminal. Las prácticas penales mezclan la teoría jurídica con la anatomía política, y así el discurso de la criminología en lugar de marcar el cuerpo del supliciado, pero tomando el lugar del verdugo, dice quién es peligroso y si es preferible reprimir o curar.
La consecuencia fue que el objeto de la intervención penal se desplazó del crimen a la peligrosidad, sin embargo, aún la cárcel no aparece como la forma general de la penalidad, ni como condición necesaria para una transformación psicológica y moral del delincuente.

c-) Desde principios del Siglo XIX, el sistema penitenciario es una técnica disciplinaria que concentra todas las tecnologías coercitivas de comportamiento que se corresponde con la figura arquitectónica que Jeremy Bentham llamó panóptico, y cuya función es ejercer el poder apropiándose de instrumentos para una vigilancia permanente y omnividente. Este modelo de castigar lo peligroso, también se trasforma en curar, educar y disciplinar.
La operación del sistema penitenciario es la sustitución de un infractor autor de su acto, por el delincuente como construcción patológica basada en un retrato biográfico, y cuya finalidad es ligarlo al delito por toda una serie de atributos psicológicos y sociológicos demostrados científicamente: un catálogo de características que lo vinculan a las villas, la inmigración o la falta de educación, según convenga. La tendencia inconfesable de los jueces, principalmente de menores, es aplicar cada vez menos el código penal al autor de una infracción, y tratar cada vez más de patologías ambiguas de alteraciones de la personalidad.
La criminología y el examen pericial psiquiátrico o psicológico, proporcionan a los mecanismos del castigo legal, un asidero justificable sobre lo que determinados individuos son, serán y pueden ser.
El castigo penitenciario es un conjunto de procedimientos y técnicas de disciplina que se ejercen sobre cuerpo y alma del delincuente, para fabricar sujetos obedientes, dejando de lado el sujeto del derecho. Lo paradójico es que sea legal, porque el castigo según las leyes jurídicas es reemplazado por el castigo violento emanado de la penitenciaría que es extrajudicial y hasta contrario a la teoría estricta de derecho penal. M. Foucault resume en una frase todo su análisis sobre el sistema penitenciario: "La delincuencia es la venganza de la prisión contra la Justicia" (2).
El juez se ha quedado sin voz, y en lugar de devolverle la libertad a unos individuos corregidos, la prisión, en su contra, genera una población de delincuentes peligrosos. Sin embargo, hace más de 150 años se proclama el fracaso de la prisión junto a su mantenimiento.

¿Porqué subsiste la prisión?

III- La institución penal, por mediación de la delincuencia, ejerce presión hacia la sociedad sobre los ilegalismos que no se deben tolerar, mientras encubre otra delincuencia poderosa y legal. La prisión no suprime las infracciones, sino que controla y administra los delitos, utilizando a los delincuentes que ha creado, y en esta maniobra, toma apoyo por fuera de sus muros por mediación de la policía. La delincuencia es aparentemente marginada, en realidad, está centralmente controlada por la policía.
Nos serviremos de la narración poética de Jorge Luis Borges en el cuento "Historia de Rosendo Juárez". Un hombre "criado como los yuyos" que en un duelo de cuchilleros mata a un guapo llamado Garmendia, pero no va a la cárcel, sino que en la comisaría, don Nicolás Paredes, – el caudillo de la parroquia del Palermo de Carriego -, le arregla el asunto ofreciéndole un puesto de guardaespaldas en el comité político. Al principio "Todo había sido para bien. La Providencia sabe lo que hace. La muerte de Garmendia, que al principio me había resultado un disgusto, ahora me abría un camino. Claro que la autoridad me tenía en un puño", después "En Morón y luego en el barrio, merecí la confianza de mis jefes. La policía y el partido me fueron criando fama de guapo". La historia continúa: "Juárez fue un elemento electoral", pero Borges al final le hace confesar: "Soy un muchacho que para escurrirle el bulto a la cárcel, se ha hecho un matón de comité". (3)
En verdad, el sistema punitivo está compuesto de tres términos que se acoplan: policía- prisión- delincuente. Así podemos entender que la sola detención policial, por el discurso en la que está inmersa, genera reincidencia.
El éxito de la prisión es que en medio de las luchas en torno a la ley, la corrupción y los ilegalismos, especifica y señala una delincuencia que luego se vende a la sociedad. El cuento de Borges nos evoca desde otra época, dos cuestiones de nuestros días: por un lado, que la policía selecciona a los que deben pasar por la comisaría y el instrumento penal, y decide cotidianamente, sin consultar al juez, a quienes se deja en libertad y a q
ue precio. La policía puede operar independientemente de la justicia, puede atrapar con pruebas falsas, dejar en libertad a un culpable, encontrar a un inocente para que pague un delito sin resolver, matar a quien no respete sus reglas, matar por venganza etc. Por otro, que la delincuencia es útil para los delincuentes de guantes blancos, los contrabandos no los hacen los empresarios poderosos o los políticos corruptos, pero lo administran, tampoco roban autos pero son testaferros de desarmaderos, no venden droga pero hacen negocios con narcotraficantes, no matan pero mandan a matar. La delincuencia se convierte en un instrumento para explotar los ilícitos, chantajes, estafas, tráficos y negocios de los grupos poderosos.
Jaques Lacan ya señalaba en 1950, la aparición de una criminalidad que prolifera en el cuerpo social hasta el extremo de adquirir formas legalizadas y la significación social del crimen reducida a su uso publicitario. (4)
Si reflexionamos sobre la actualidad de la delincuencia en tanto "artefactual", se revela la complicidad de los medios: la crónica descarnada de sucesos delictivos, sembrando incertidumbre con el tema "inseguridad", vuelve aceptable el control judicial y policial, que bajo pretexto de proteger al ciudadano, siguen administrando la delincuencia y los ilegalismos.

Notas:

(*) Artículo publicado originalmente en la Revista Subjetividad Nº15 (www.elpsicoanalisis.net) y lo reproducimos aquí bajo expresa autorización del autor. Para contactarse con Juan Pablo Mollo: jpmbb@ciudad.com.ar .
1- Derrida Jaques: "Ecografías de la televisión" Ed. Eudeba, Buenos Aires 1998.
2- Foucault Michel: "Vigilar y castigar" Ed. Siglo XXI, Madrid 1998. Pag. 259
3- Borges Jorge Luis: "Historia de Rosendo Juárez" en El informe de Brodie. Ed. Alianza. Barcelona 1998
4- Lacan Jacques, Michel Cénac: "Introducción teórica las funciones del psicoanálisis en criminología" Escritos I, Ed. Siglo XXI. Bs. As 1992. Pag. 137