Entrevista a Ronnie Lippens Doctor en Criminología, Profesor de la Universidad de Keele, Inglaterra.

Profesor Ronnie Lippens

(Entrevista realizada en el marco de su Seminario en la Facultad de Derecho de la UBA, 16 y 17 de octubre de 2001).

Derecho Penal Online: ¿Cuál es el legado de la criminología crítica?

Ronnie Lippens: Bueno, por un lado podríamos decir que este legado ahora esta disperso entre los remanentes de varias criminologías críticas que han emergido y luego eclipsado desde, digamos, los ’60 en adelante. Es posible que lamentemos esta dispersión. Los buenos viejos tiempos de la unidad que parecían estar presentes en los albores de 1968 se han evaporado. Pero, por otro lado, esta dispersión no fue del todo negativa. El espíritu general y la ambición de los criminólogos críticos todavía parecen estar vivos en los innumerables esfuerzos por pensar y repensar la compleja relación entre la justicia penal y la justicia social.
Ahora resulta no ser un esfuerzo del todo coherente, pero también es cierto que la vida como tal ha perdido mucha de su coherencia en estos tiempos. Diría que el espíritu de la criminología sobrevive cuandoquiera y dondequiera que uno examina críticamente procesos de criminalización, normalización o exclusión y cuandoquiera o dondequiera que uno piense o trabaje para lograr modos alternativos, menos opresivos, de regulación social.

DPO: ¿Es posible todavía el uso del término “clase trabajadora” en la criminología crítica?

R.L.: Los realistas de izquierda británicos, ciertamente, han intentado construir una “criminología de la clase trabajadora” desde fines de los ’70 en adelante. Más o menos irónicamente, frecuentemente tuvieron que hacerlo señalando los conflictos intra clase (dentro de la misma clase trabajadora). El problema fundamental, sin embargo, para mí, parece ser que la gente ya no tiende a definirse a sí misma como “clase trabajadora”. Desarrollos económicos sociales muy importantes que tuvieron lugar durante las últimas décadas, han llevado a una situación en la que muchas herramientas para la producción de conciencia de clase prácticamente han desaparecido. Hasta la palabra “clase”, en muchos países occidentales, ya no resulta atractiva para mucha gente. La “klasse für sich” de Marx, está más lejos que nunca.

DPO: ¿Podemos pensar en una criminología de la “clase excluída”?

RL: Todo depende, por supuesto, de la definición de exclusión. De algún modo, todos nosotros somos excluidos a cada minuto, de algún lado o de algún modo. Pero supongo que se está refiriendo a la exclusión económica, a esas poblaciones que están excluidas del ciclo económico de producción y consumo. Y sí, últimamente los criminólogos y sociólogos críticos se han esforzado mucho en analizar cómo estas poblaciones son mantenidas bajo control en sociedades post-fordistas y post- industrializadas recientes. Zygmunt Bauman, por ejemplo, ha analizado brillantemente cómo aquellos que no tienen un rol significativo en las economías contemporáneas de “seducción” están siendo “reprimidos”. La reintegración o reinclusión dentro de las corrientes principales de la sociedad ya no parece ser considerada como una opción deseable, principalmente porque, en una época a la que algunos han llamado “postmoderna”, nadie parece querer una sociedad con una corriente principal (mainstream society).

DPO: ¿Cuáles son los efectos del derrumbe del Estado de Bienestar en los países occidentales? ¿Deberían los criminólogos interesarse en estos efectos?

RL: Los efectos son vastos y muy numerosos. Déjeme tan sólo seleccionar uno: El relativo derrumbe del Estado de bienestar en muchos países occidentales ha abierto un espacio para que emerja una nueva suerte de “clase empresarial”. Poderosos, en términos electorales, no quieren gastar el dinero de los impuestos en políticas de programas sociales integradores. Medran en una “cultura de la elección” y en su visión de la “regulación social”, a lo sumo, tienden a limitarse a la implementación de medidas y técnicas de gerenciamiento del riesgo y de control del riesgo. Tienden a presuponer que los problemas sociales no necesitan para nada ser definidos como “problemas” (esto significaría que las “soluciones” son necesarias) sino más bien como factores de “riesgo” que tan sólo necesitan ser controlados o gerenciados. Autores como Malcom Feelay y Jonathan Simon, por ejemplo, han escrito profusamente acerca de las consecuencias de esta ideología para el funcionamiento de sistemas de justicia penal.

DPO: ¿Cuán importante es la Ética de los instrumentos internacionales de derechos humanos?

RL: Creo que en una época de globalización extrema, son muy importantes. Sin embargo, el problema, como siempre, parece ser de naturaleza práctica. Mientras casi todos parecen estar de acuerdo con el reconocimiento de derechos humanos “universales”, parece muy difícil alcanzar un consenso siquiera mínimo en contextos concretos o en asuntos concretos. Tomemos los derechos del trabajador; los sindicatos del “primer mundo” han sido frecuentemente acusados de imperialismo por los sindicatos del “tercer mundo”, quienes interpretan los anteriores intentos de asegurar la vigencia de un régimen internacional de derechos del trabajador como un truco perverso, por parte de los sindicatos del “primer mundo”, para reforzar su ya competitiva posición en el mercado global. Esto, por otro lado, ilustra acerca de lo difícil que es asumir la existencia de algo como la “clase trabajadora” a escala global. Hace un minuto hablamos de ello.

DPO: ¿Cree usted que uno de los objetivos de la criminología crítica es dar soluciones a los conflictos sociales?

RL: Bueno, sí y no. Sí porque creo que una criminología verdaderamente crítica tiene, por cierto, el deber de analizar los temas de conflicto social así como de pensar y formular caminos hacia formas más justas de regulación social. Sin embargo, también creo que ha llegado la hora de que los criminólogos críticos se den cuenta de que la suya es sólo una voz entre muchas otras. Más que seguir hablándose entre ellos, creo que los criminólogos críticos deberían intentar construir conexiones con los otros grupos, como los “excluidos”, por ejemplo, a los que mencionó hace unos minutos. Sería muy bueno si los criminólogos críticos, en su trabajo, crearan un espacio para que esta gente manifieste sus preocupaciones, intereses y aspiraciones con sus propias palabras.

*Agradecemos especialmente al Prof. Carlos Elbert.